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Actualizado: 12 de junio de 2025


; él bien puede encargarse; los quehaceres no le matan. Con la solución dada al asunto, ambos se habían puesto de buen humor; la plática fue en adelante más expansiva y afable. D. Bernardo invitó a su sobrino a almorzar, y éste aceptó sin que se lo rogase. Cuando bajaron al comedor, estaba ya reunida la familia.

Como la condesa no veía ya cerca de ella más invitados á quienes presentar su héroe, lo condujo á un gabinete completamente solitario, sin duda á causa de los olores que á través de un cortinaje llegaban de la cocina, demasiado próxima. Ocupó un sillón amplio como un trono, é invitó á sentarse á Robledo. Pero cuando éste buscaba una silla, la Titonius le indicó un taburete junto á sus pies.

Me sacó de mi contemplación admirativa Joaquinita, que me invitó de nuevo e sentarme a su lado en la mecedora. «Ya tenemos otro cuarto de hora para hablar», me dijo. En esta segunda conferencia me pareció la segundogénita de Anguita un poquito pesada y dulzona. Se enteró de mi patria y familia, y me hizo que le narrase algunos pormenores de mi existencia.

¡Demonio! exclamaron estupefactos los tres. ¡Conque ha muerto! ¡Y hace una hora! ¡Qué fatal coincidencia! ¡Yo que iba ahora mismo a pedirte que nos acompañaras a almorzar!... No puede ser. Yo, lejos de almorzar con mis amigos, les invito a mi vez a que me acompañen mañana en el entierro de la que fue mi prometida. Y, despidiéndose de ellos, se alejó con rapidez.

Al encontrar a Maltrana saludábalo invariablemente con el mismo ofrecimiento: «Le invito a que demos un paseo...». «Muchas gracias contestaba aquél ; es a lo único que usted convidaSentía Isidro contra este señor una hostilidad irresistible.

No, no... yo no la he visto... Yo estuve todo el día sallando el maíz ahí arriba... ¡No la he visto, no!... Si Nolo estuviera dotado de más perspicacia ó malicia no le hubiera pasado inadvertido el aturdimiento de la Pura. Pero nada echó de ver y cuando aquélla les invitó á descansar un momento aceptó y entraron. La tía Felicia tenía en verdad necesidad de reposo.

Su esposa invitó al joven forastero a sentarse en el puesto vecino al de Cecilia. Pero ésta se había pasado al otro extremo de la mesa, y allí se disponía a sentarse. ¿Qué haces, chica? ¿Por qué no vienes a tu sitio? le preguntó doña Paula con sorpresa. La joven se levantó sin contestar, ruborizada, y vino a sentarse al lado de su novio.

Nadie conoce a Julia: es todavía un carácter cerrado; yo que la conozco. Ahora que ya sabe todo lo que tenía que decirle, sólo me resta recomendarle una cosa: vigile a Oliverio; tiene el mejor corazón del mundo; que lo economice y lo reserve para las grandes ocasiones. He ahí mi testamento de soltera concluyó en voz más alta, para que el señor De Nièvres la oyera, y le invitó a acercarse.

El jefe del fielato, que, libre ya de las ocupaciones matinales, seguía desde la puerta el paso de los trabajadores, llamó a un joven que venía de Madrid y le invitó a fumar un cigarro. Tiempo le quedaba de descansar: tenía el día entero para dormir.

Una vez allí le invitó á que tuviese un momento la luz mientras ella iba á su cuarto por un recado. Al instante volvió y con mano temblorosa, esforzándose en aparecer severa, le colgó de los botones de plata del chaleco los cordones con herretes de su justillo. Para que los luzcas mañana en la romería de Nuestra Señora del Otero le dijo bajito, muy bajito.

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