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Las de los dos hermanos Nodales, la del capitan Olivares, con los Padres Cardiel, Quiroga y Strobl; la del capital de fragata D. Francisco Pando; la de D. Domingo Perlier, y ultimamente las que han salido de Montevideo y Buenos Aires, para las comisiones que se nos han confiado á los dos hermanos; que á pesar de todos los émulos que las quieren contradecir, siempre serán útiles estos establecimientos, por el fomento del comercio que proporcionan en la pesca de la ballena, en la conduccion de sal á Buenas Aires, y salida de las carnes de los ganados que crian sus inmensas campañas; por facilitar puerto para hacer mas suave la navegacion y comercio á la mar del sur, por cerrar y defender la puerta á nuestros enemigos, asegurando lo interior del reyno; por los progresos de la extension de sus poblaciones, porque ellas serán la mejor trinchera que contendrá á los indios salvajes, que á manera de un torrente impetuoso cada dia inundan estos campos, llevándose tras innumerable ganado caballar y vacuno, asolando las tristes habitaciones de los vecinos fronterizos á esta capital, haciendo que los caminos no sean seguros, y víctima de su furor á muchos desgraciados, que perecen inhumanamente cada dia á sus manos, de un modo horrible y espantoso.

A pesar de la temperatura, conservan sobre el cuerpo los gabanes de pieles de carnero, los gorros de astrakán. Todas estas pelambrerías, así como las barbas, parecen hervir bajo el sol. Y añada usted los desperdicios de la comida que fermentan; los cuerpos que humean... Dos veces al día, los marineros inundan la cubierta; pero a pesar del mangueo, al poco rato esa parte del buque huele a demonios.

Hombre, me parece que no hay nada que pedirles, porque nada tienen. ¡Siempre ha de decir usted cosas!... ¡Y usted nunca ha de decir cosas! ¿Por qué no fulmina usted el anatema de la crítica contra ciertas obras que nos inundan? ¡Ay, amigo! Los autores han descubierto el gran secreto para que no les critiquen sus obras. Zurcen un libro. ¿Son vaciedades? No importa. ¿Para qué son las dedicatorias?

La estación da bachilleres en artes con más abundancia que trigo, y es un contento ver tanto sabio como sale á las anchas esferas del mundo. Por todas partes, matemáticos jugando al trompo, químicos que saltan en la comba, y filósofos que cabalgan en un palo. Los abogadillos en ciernes inundan los pueblos, y al verles, los autos agitan alegres sus macilentas hojas.

Como punto de los más bajos de la ciudad la Alameda ha sido siempre de los que primero se inundan, ofreciendo aquella ancha superficie de agua un cuadro que siempre acuden á contemplar los sevillanos con cierta curiosidad.

No bastan las tiendas, y en esquinas y rincones se alzan montañas de mazapán, canteras de turrón, donde el hacha del alicantino corta y recorta sin agotarlas nunca. Las pescaderías inundan de cuanto Dios crió en mares del Norte y del Sur. Sobre un fondo de esteras coloca Valencia sus naranjas, cidras y granadas rojas, llenas de apretados rubíes.

Sonó en la escalera gran estrépito, suspendimos al punto el juego, permaneciendo con los floretes en la mano en actitud observadora, y he aquí que entran metiendo ruido y cual brazos de mar que todo lo arrollan e inundan delante de , dos mozas de lo mejor que puede criar Andalucía. ¿Las conocéis?

Sin embargo de inundarse todo aquel espacio, hay en él algunas arboledas de árboles muy altos, cuyos troncos se inundan hasta tres y cuatro varas en alto. Estos los fabrican de barro muy fuerte en lo alto de grandes árboles, con tal arte que queda como un horno al rededor de una de las ramas superiores, y tan bien construído, que no le pueden ofender las lluvias ni los vientos.

La fiebre de la caída de la tarde había disminuido; los sudores que inundan por las noches a los tísicos, no eran tan abundantes. El corazón de la enferma no tardó también en entrar en convalecencia. Su desesperación, su humor huraño y el odio a los que la amaban, cedieron la plaza a una melancolía dulce y benévola.

Así, se ven las moles de los edificios como un inmenso reguero de peñascos desiguales en medio de un mar de granados, naranjos, limoneros, jazmines y millones de flores que inundan el aire de perfumes. Sevilla merece bien su fama: es un paraíso de verdura y curiosidades de todo género.