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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Dejemos obrar a la Providencia, me interrumpió el exclaustrado; yo la adopto y acepto para ahora la protección de usted; y puesto que usted rechaza, como rechazo yo, la idea del claustro, que se la había metido de una manera tenaz en la cabeza, entré en buen hora en un colegio: afortunadamente soy confesor de un matrimonio muy digno; él es un antiguo y honrado cobachuelista; ella, antes de casarse, fue maestra de niñas en una ciudad de provincia, y hace algunos años, después de casada, tiene en Madrid un colegio de señoritas, que poco a poco ha ido desarrollándose y que es al fin uno de los más favorecidos.
Bien continuó: hay veinte ó treinta hombres señalados ya en la opinión como víctimas. ¿Cómo víctimas? interrumpió Pinilla. Sí, ha de haber un atropello. Hasta dónde llegará este atropello, es lo que no puedo decir á ustedes. Ya sabemos lo que es este pueblo. ¿Pero ese atropello parará en una matanza? preguntó uno de los dos desconocidos. Eso es lo que no sé. Atropello ha de haber.
Mañana os propondrá... os preguntará si queréis ser su mujer. No lo rechacéis. La mujer de Mathys exclamó la viuda con extrema palidez en las mejillas . ¿Yo la mujer de ese hombre vulgar y bajo? Os equivocáis respecto al sentido de mis palabras interrumpió la campesina . No digo que debéis ser la esposa de ese hombre despreciable. Aceptad su proposición en apariencia.
Genoveva, ¿quieres leer este trozo de la vida de Santa Isabel? dijo alargándole el libro. Con mil amores, señorita. Mira, ahí donde dice: Cuando su marido... Genoveva comenzó a leer para sí el párrafo; pero muy presto la interrumpió María, diciéndole: No, no; lee en voz alta.
¿Qué vamos á poner? contestó el P. Sibyla. El General pondrá lo que guste, pero nosotros, religiosos, sacerdotes... ¡Bah! interrumpió Simoun con ironía; usted y el P. Irene pagarán con actos de caridad, oraciones, virtudes, ¿eh?
La mujer es aquí una esclava disfrazada: allí es donde es la reina. Eso es París ahora: el reinado de la mujer. Es preciso, Adelita, es preciso. Las mujeres más lindas de París son las sudamericanas. ¡Oh, no habría en París otra tan chispeante como ella!». Vea, Pedro interrumpió a este punto Ana, con aquella sonrisa suya que hacía más eficaces sus reproches , déjeme quieta a Adela.
¿Y de qué puede servirles todo eso? interrumpió Gillespie . Yo conozco la historia de este país, que usted parece haber olvidado.... ¿Y los rayos negros? Ra-Ra levantó los hombros con una expresión de menosprecio. ¡Oh, los rayos negros! dijo al fin . El invento de una mujer bien puede sobrepujarlo el invento de un hombre. Nuestros sabios trabajan.... y no quiero decir más.
Calma, señores, calma, interrumpió el anfitrión; calma, que á todo se proveerá. ¡Eh, muchacho! prosiguió dirigiéndose á uno de sus asistentes, busca por ahí un poco de leña, y enciéndenos una buena fogata en la capilla mayor.
Perdone usted le dijo al mismo tiempo , si esto tiene algún valor especial... Yo no lo sabía. ¡Qué ha de tener! exclamó Leto, sin saber lo que se decía . Eso es un clavel... Ya lo veo interrumpió Nieves, como si no se enterara de la turbación del otro ; y rojo... y doble.
Yo me dije: He aquí un hombre recto, leal, serio; puedo, sin temor ninguno, confiarme a él... Casi tanto como al señor Simón Princetot interrumpió riendo Delaberge. ¿Se ríe usted?... Pues bien, el señor Simón se le parece a usted en lo moral, y también un poco en lo físico... ¿No lo ha reparado usted? No le he visto bastante para poderlo observar...
Palabra del Dia
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