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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Ella abandonaba su cabeza en uno de sus hombros, se apelotonaba, como si implorase su dominación; pero siempre al aire libre. Apenas intentaba carruaje, madama le repelía vigorosamente. Una dualidad contradictoria parecía inspirar sus actos. Todas las mañanas despertaba dispuesta al vencimiento final.

En vano su razón intentaba apaciguar esta tempestad interior... Aquellos tiempos habían sido otros: no existía la unanimidad de la hora presente; el Imperio era impopular: todo estaba perdido... Pero el recuerdo de una frase célebre se fijaba en su memoria como una obsesión: «¡Quedaba FranciaMuchos pensaban lo mismo que él en su juventud, y sin embargo no habían huído para eludir el servicio de las armas; se habían quedado, intentando la última y desesperada resistencia.

Cierto pesimismo se insinuaba a veces en su corazón, tanto más penoso cuanto mayor era su júbilo cuando pensaba que él la quería. A veces intentaba decirle con sinceridad lo que sentía. Cuando su expresión titubeaba, las palabras de él venían al encuentro de su idea y le daban forma, hasta en sus más velados contornos; era como si ya conociera Julio toda la intimidad de su alma.

Le había oído arrastrarse del mismo modo un cuarto de hora antes, cuando intentaba sin duda matarle por la espalda, y al verse descubierto huyó á gatas del camino para apostarse más allá, en el frondoso cañar, y acecharlo sin riesgo. Batiste sintió miedo de pronto. Estaba solo, en medio de la vega, completamente desarmado; su escopeta, falta de cartuchos, no era ya mas que una débil maza.

Intentaba explicarse, pero á las primeras palabras le interrumpían: Es verdad... Usted es extranjero. Lo decían con cierta envídia.

Intentaba mantenerse apartado de sus semejantes, ignorando las preocupaciones de éstos, enquistado en su egoísmo, queriendo prolongar sus goces de los años tranquilos al margen de la humanidad, que sufría una de las mayores crisis de su historia. Era comprensible este alejamiento en un cobarde, dominado por el instinto de conservación; pero él era valiente.

Además, los que mandan en eso de las obras del río tienen unos anteojos muy largos que lo descubren todo de lejos... Celinda se ruborizó, al mismo tiempo que intentaba protestar. ¡Si me parece muy bien! siguió diciendo la mestiza . Ese don Ricardo es un buen mozo y excelente persona. Un gran marido para usted, si es que don Carlos, con el geniazo que Dios le ha dado, no se opone.

Cuando, súbitamente entusiasmado, intentaba avanzar, ella sonreía con una inocencia maliciosa: «No comprendo... no comprendo». Y si al fin confesaba su comprensión, era frunciendo el ceño y protestando con frío rubor: «Shocking».

Tan pesado se puso que al cabo los Cardenales bailaron sobre la carretera, á la luz de la luna, entre la algazara del cortejo nupcial que los jaleaba desde los coches. Pero aquel momento gozoso fué turbado por la mala intención de Antoñico, que participó al maestro carpintero cómo Frasquito intentaba darle amoniaco para limpiarle la mona.

La niña había llegado a creer que doña Rebeca tenía razón en disponer así de sus florecientes diez y siete años, y no intentaba nunca quebrantar este decreto, martirial y absurdo, que la recluía siempre en grave soledad.

Palabra del Dia

bagani

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