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Actualizado: 28 de mayo de 2025


La condesa entró bruscamente en el cuarto y echando a todas partes miradas furibundas, se puso a gritar: ¿Dónde está el intendente? Os pregunto, ¿dónde está el intendente? ¿No me oís acaso, insolente? Estaba aquí hace un momento, señora respondió Marta. ¿A dónde ha ido? No lo , señora. ¿Qué significan, veamos, esas lágrimas y esa palidez? Me ha retado, señora.

Pues bien, el hombre cuya imagen está siempre delante de sus ojos, el hombre que ha interesado tan profundamente su corazón, el hombre a quien ama con toda la fuerza tímida de su primer amor... ¡Acabad, pues! ¿Si fuerais vos, señor intendente?

He dicho lo que me parece que debo hacer y haré, esperando que V. E., á quien daré parte de cuanto ocurra, me comunique sus determinaciones. Nuestro Señor, &c. Al mismo, sobre la salida de la Asumpcion. Exmo Señor: Ut supra. Este Sr. Gobernador Intendente me ha copiado la de V. E., en que le ordena la habilitacion de estas partidas para sus destinos.

Pero, dijera Mathys lo que dijera, la viuda, aniquilada, agotadas las fuerzas y las ideas, quedó abismada por su dolor, y sólo respondió por medio de suspiros y sollozos. El intendente la miró durante un rato, siguiendo con la mirada las lágrimas que caían de sus mejillas. Sacudió la cabeza contrariado, y pareció luchar con un pensamiento penoso.

En ese momento se oyeron gritos confusos en el castillo, y antes de que nadie pudiera hacer un movimiento, la puerta se abrió con violencia. Elena, perseguida por el intendente, entró en la sala y cayó a los pies de la condesa.

Tal vez de este modo nos iremos moderando un pocoConvertida en intendente general, pronto observaron los esposos cierta mejoría en sus negocios. Gonzalo cuando llegaba alguna cuenta, decía al criado sonriendo: «Pásela usted al administrador». El criado sonreía también y se la llevaba a Cecilia.

Si la señora llega a venir y os interroga decidle que os he reprendido. Eso la alegrará. ¡Adiós! La condesa anda gritando como una loca; me busca. Más tarde hablaremos de los medios de apresurar nuestro casamiento. Marta lo siguió y acompañó hasta la puerta; pero, habiendo pasado un brusco capricho por el espíritu del intendente, se volvió y tomó a Marta en los brazos.

Hay un medio infalible de convenceros de que vuestras sospechas eran infundadas. Voy a hacer llamar a Marta. ¡Es inútil! exclamó el intendente . Marta ya no está en Orsdael. Esta noche ató las sábanas a las varas de su ventana, y huyó del castillo. Sabe Dios si ya no está a cuatro o cinco leguas de aquí... ¡Con nuestro secreto! ¡Ay de nosotros! ¿Qué nos irá a suceder?

Pues, señor, tratóse seriamente sobre el particular, y se autorizó al fin al Intendente para que él lo arreglara á su antojo. Y, efectivamente, al otro día se presentó al director de la compañía, que ya había arrendado una bodega en la calle de las Naranjas, diciéndole que era preciso que á todo trance saliese de Santander.

Tenía ocurrencias de demonio... De buenas a primeras preguntó a Bautista, el intendente, si vivía en la casa alguna doncella, porque, desde unos trescientos años atrás, tenía el capricho de volver a pellizcar blancas y rollizas formas femeninas... Bautista, con la dignidad propia de un alto servidor de casa ducal, dijo que allí no había hembra alguna, ni se estilaban mujeres con semejantes formas... ¿Qué hizo entonces la extravagante visita?

Palabra del Dia

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