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Actualizado: 26 de junio de 2025


Las faltas cometidas contra los jefes tienen penas crecidísimas; el que insulta á un Datto es castigado con la muerte, á menos que entregue 15 taeles de oro, y si es perdonado pasa á la categoría de esclavo, cualquiera que sea su clase, siendo esta misma pena aplicable por la junta de jefes al noble que falta gravemente á otro.

Ahí verá usted las lindezas de su amigo Seudoquis, que fuma en las iglesias, insulta a las monjas, y dice públicamente que Dios es isabelino. No creo que Seudoquis se haya vuelto tonto. Lea usted, lea usted. Leyendo, el caballero se enteró del caso y tuvo anticipado conocimiento de personajes, cosas y lugares que ordenó en su mente con asombrosa presteza.

Don Tello, entre sospechoso y alegre, acoge la proposición del Rey; éste le presenta una espada para defenderse, y se separa de él, prometiéndole volver. Poco después entra por otra puerta, y, alterando de nuevo su voz, insulta á Don Tello que no reconoce á su libertador. Sacan las espadas; la victoria permanece largo tiempo indecisa, hasta que al fin es desarmado Don Tello.

Es un espartano, diría otro que yo, que no veo en todos estos miserables manejos sino la insolencia brutal de un bárbaro que insulta a las ciudades, afectando desdeñar sus goces, su lujo y sus usos civilizados.

«También usted me insulta, señor Director dijo oprimiéndose el pecho, y con la entonación y los ademanes de un cómico mediano . No puedo más, no puedo más... ¡Adiós, adiós, ingratos!». Y salió escapado.

En la misma mágica gruta donde Apeles consigue este don, y en el momento en que le consigue, aparece una virgen cristiana, la cual, impulsada por una voz intima, va á Palmira á predicar el Evangelio. Sedienta de martirio, le predica con generosa imprudencia, insulta á los dioses gentiles, irrita á la plebe, y la plebe la mata en medio de las calles, á pesar de que Apeles la defiende.

En su rabia, Gláfira insulta a Abu Hafáz y quiere matarle con un puñalito que lleva en la cintura. El la desarma y le paga su beso y sus insultos con un beso de vampiro. Se le ha dado en el blanco cuello; y a la luz de una lámpara, en un espejo de acero bruñido, hace que ella mire la huella que en su cuello ha dejado. Es el sello le dice de que eres mi esclava.

Parecía malhumorado, pero al ver a su banderillero fingíase sonriente y animoso, como si no hiciesen mella en él los disgustos domésticos. Aqueyo está mal, Juaniyo. No güervo a tu casa aunque me yeven arrastrando. Tu mare me insulta como si fuese yo un gitano de Triana. Tu mujer yora y me mira, como si tuviese yo también la curpa de too. Hombre, otra vez haz el favor de no acordarte de .

Plácido, á medida que se acercaba á su casa, la casa de un platero en donde vivía como pupilo, procuraba coordinar sus ideas y maduraba un plan. Retirarse á su pueblo y vengarse para demostrar á los frailes que no se insulta impunemente á un joven ni se puede burlar de él.

¿Quieren una prueba?... Atiendan: un caballero insulta a otro; el insultado mira; ve una paliza en perspectiva; siente miedo, y entonces toma de su imaginación un color complementario... un color «sin vergüenza», por ejemplo, y en seguida no más «ve» que el insultador es despreciable, y... ¡lo desprecia! ¡Está gracioso!...

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