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Actualizado: 5 de junio de 2025


Los insolentes franceses, mucho antes de la declaración de guerra, enviaban nubes de aeroplanos sobre las ciudades alemanas, bombardeándolas. Ferragut parpadeó de sorpresa. Esto era nuevo para él. Debía de haber ocurrido mientras estaba en alta mar. El autoritarismo verboso de la doctora no le permitió duda alguna... Además, aquella señora debía saber las cosas mejor que los que viven navegando.

Al ver a un vagabundo paseando por la iglesia, fijó en él los ojos insolentes, haciendo un esfuerzo por levantar sus cejas abultadas. ¿Dónde había visto a aquel pájaro raro? Gabriel notó su esfuerzo por concentrar la memoria, y evitó el ser examinado, volviéndose de espaldas para mirar con falsa atención un retablo colocado en una pilastra.

Comenzó a mortificarle con su constante mal humor, con el descuido de sus obligaciones domésticas: la comida fría, la cama sucia, la ropa sin coser. De vez en cuando le dirigía venenosas indirectas o burlas insolentes, de tal modo que al pobre hombre ya le iba pesando de haberse mostrado tan digno. La dignidad no es absolutamente indispensable para vivir; la ropa y el alimento .

Creyó percibir más abajo de su espalda roces insolentes, tocamientos de atrevida curiosidad, disimulados por la aglomeración. Hasta se imaginó sentir en los más recónditos secretos de su cuerpo un hormigueo de sanguinarios invasores, ansiosos de hartarse de carne nueva y rica, que tal vez acababan de abandonar el pellejo de aquellas comadres. Vámonos dijo con angustia y miedo.

"Como se educan con mucho mimo y no se les a la mano, son mal criados, desobedientes, caprichosos, insolentes y mal hablados. "....así los hombres como las mujeres, aunque religiosos, son crédulos y supersticiosos como los mismos indios." "Tal es la idea que de los filipinos se puede dar." El mestizo chino sale descrito en la misma forma. La única literatura para los filipinos

Bonis, que había caminado solo, detrás de doña Celestina, cuidando de que el pañuelo que cubría el rostro de Antonio, dormido, no se deslizara al suelo, no había tenido tiempo, mientras iba por las calles, para sentir la ternura grave y poética propia del caso; más bien recordaba después haber experimentado así como un poco de sonrojo ante las miradas curiosas y frías, casi insolentes y como algo burlonas, del público indiferente y distraído.

Llegó á la antesala del hombre de estado, y estuvo dos horas aguardando á que dixeran que estaba allí, y otras dos despues que lo hubiéron dicho, haciendo en este tiempo firmísimo propósito de recomendar al ministro y sus insolentes concierges al enojo del ángel Ituriel.

García pudo cerciorarse de ello por la risa y la algazara que armaron y por las miradas insolentes y burlonas con que desde entonces le regalaron. Llegó por fin el día del estreno. Desde veinticuatro horas antes el estado de agitación de García superaba a todo lo imaginable.

Apretada por el miedo, hizo un esfuerzo por mostrarse afectuosa y se disculpó de sus insolentes palabras. Después subieron á casa. Cuando al cabo logró quedar sola en su cuarto, el rostro de la joven cambió enteramente. Desvanecióse la sonrisa contrahecha que lo dilataba y quedó temerosamente fruncido.

Dió un rugido, amenazando con sus puños á los insolentes que acababan de devorar su comida, pero éstos huyeron, estableciendo cierta distancia entre ellos y el coloso. Además se sentían protegidos por las tinieblas de la noche, y contestaron con risas y exclamaciones de burla á la protesta del Hombre-Montaña.

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