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Actualizado: 22 de julio de 2025


Acomodados así los hijos, los padres permanecían un rato en la pieza principal, y mientras Centeno, sentándose estiradamente junto a la mesilla y tomando un periódico, hacía mil muecas y visajes que indicaban el atrevido intento de leerlo, la Señana sacaba del arca una media repleta de dinero, y después de contado y de añadir o quitar algunas piezas, lo volvía a poner cuidadosamente en su sitio.

No era una broma: la mirada agresiva de este personaje que siempre le había tratado con amable indiferencia, la sequedad de su voz, cierto temblor de su mano derecha, indicaban que había expresado todo su pensamiento, y que detrás de este pensamiento latía un odio enorme contra él. La sorpresa le hizo hablar con timidez.

El movimiento amenazador del garrote y la mirada y la expresión de Roger indicaban claramente que iba á hacerlo como lo decía. Era en aquel momento el descendiente de los nobles Clinton, convertido en temible paladín del honor de una dama. Su corazón latía con violencia y hubiera combatido hasta la muerte, no con uno sino con diez enemigos.

Entró en ella, y á los pocos pasos vió una puerta, á cuyos lados había pintados racimos alegóricos y unas botellas que indicaban muy claro que aquello era taberna. "Aquí es", dijo, y se acercó. La puerta estaba abierta, y dentro había dos mujeres y un hombre. Preguntó si vivía allí un tal Pascual, tabernero, casado con una tal Pascuala. Aquí no hay nengún Pascual dijo una de las mujeres.

Además, los movimientos de sus brazos indicaban un afán de ser levantado hasta el rostro del gigante para poder hablarle con toda confianza. Gillespie lo colocó sobre la palma de su diestra y lo fué elevando hasta cerca de sus ojos.

Los dos nobles hicieron colgar sus escudos de armas al costado del barco y observaron con el mayor interés las señales con que respondían los transportes y que les indicaban los nombres de aquellos caballeros á quienes las enfermedades ó las heridas hacían regresar á sus hogares en tan críticos momentos.

Sin duda su regreso de Inglaterra ha despertado sospechas e inducido a este error, porque después de muerto han ido a registrar su domicilio, y sólo han encontrado papeles que indicaban sus aficiones literarias. 21 de marzo. Esta mañana he leído una novela de Mme. de Genlis, que se refiere a la señorita de La Valliere.

Sus claros y hermosos ojos revelaban también un candor casi infantil; su mirada era la del adolescente cuyo espíritu se había desarrollado hasta entonces lejos de las emociones, de las penas y de los combates del mundo. Sin embargo, las líneas de la boca y la pronunciada forma de la barba indicaban un carácter enérgico y resuelto.

Varias cestas de labores y algunos bastidores de bordados indicaban que allí tenía la señora condesa el taller de educación y trabajo de sus niñas. Una pequeña pero anchísima silla, de fondo hundido por el peso constante de corpulenta humanidad, denotaba el lugar de la presidencia.

Las órdenes menores de portero, lector, exorcista y acólito le parecieron llenas de encanto, por la suma de dignidades que indicaban y por las que anunciaban. ¡Ser portero de la casa de Dios! ¡Leer al pueblo la divina palabra! ¡Lanzar al enemigo malo fuera del cuerpo en que hace presa! ¡Poder acercarse al Sancta Sanctorum! ¡Qué grandiosos y envidiables privilegios!

Palabra del Dia

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