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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Con rudos instrumentos le abre las entrañas y busca ese principio en el hígado, en los pulmones, en el corazón, en la sangre y en los nervios. No le halla en parte alguna. Estaba en todo y como levísimo vapor se ha disipado. Así infiere que el principio de la vida es incorpóreo, es tenue; se asemeja en pequeño al gran ser que antes ha reconocido como motor o como alma del Universo.

Las clavellinas que de ingente roca nacen en la hendidura, envidian los perfumes de su boca, y el marfil de sus dientes la blancura. De su albo cuello en el contorno vago algo incorpóreo, inmaterial se extiende... ¡Es el cisne del lago! ¡Es la paloma que el espacio hiende!

La verdad, justicia, virtud, relacion, y otras cosas á este modo, conocidas por los actos mentales, y miradas atentamente por el juicio, son objetos que subministran máxîmas indefectibles á la razon natural. La Física en toda su extension averigua las verdades experimentales. La Moral, la Jurisprudencia, la Metafísica, y la Lógica son el depósito de las máxîmas que pertenecen á lo incorporeo.

El tiempo consta de partes sucesivas: imaginarlas coexistentes, es destruir la esencia del tiempo. 2.ª El espacio se refiere únicamente al mundo corpóreo, y bajo un solo aspecto: el de la continuidad. El tiempo se extiende á todo lo sucesivo, sea corpóreo ó incorpóreo. 3.ª De esto resulta que la idea del espacio se halla únicamente en el órden geométrico, al cual sirve de base.

Sea cual fuere el objeto, sea cual fuere su naturaleza y las relaciones de su existencia; corpóreo ó incorpóreo, compuesto ó simple, accidente ó substancia, contingente ó necesario, finito ó infinito, siempre se verifica que el ser excluye al no ser, y el no ser al ser, siempre se verifica la absoluta incompatibilidad de estos dos extremos; por manera que la afirmacion del uno es siempre, en todos casos, en todas las suposiciones imaginables, la negacion del otro.

La sensacion en , no nos presenta sino cosas determinadas: la idea del ente es cosa indeterminada; la sensacion no nos ofrece sino cosas particulares; la idea del ente es lo mas general que hay y que puede haber; la sensacion nada nos enseña, nada nos dice, fuera de lo que ella es, una simple afeccion de nuestra alma; la idea del ente es una idea vasta, que se extiende á todo, que fecunda admirablemente nuestro espíritu, que es el elemento de toda reflexion, que funda por solo una ciencia; la sensacion no sale de misma, no se extiende siquiera á las otras sensaciones; la del tacto nada tiene que ver con la del oído; todas pertenecen á un instante de tiempo y no existen fuera de él; la idea del ente conduce al espíritu por todo linaje de seres, por lo corpóreo y lo incorpóreo, por lo real y lo posible, por el tiempo y la eternidad, lo finito y lo infinito.

Doña Luz se convenció de que doña Manolita no había tenido intención de deslustrar en lo más mínimo la pureza de sus relaciones amistosas con el P. Enrique; y doña Manolita hizo por convencerse y hasta se convenció por el momento de que el P. Enrique, ni siquiera como Dante amó a Beatriz, como Petrarca amó a Laura, o como don Quijote amó a Dulcinea, era capaz de amar a doña Luz; porque, siendo él un fraile y ella una señorita muy bien educada y honestísima, tal amor, por alambicado, espiritual e incorpóreo que fuese, tenía un no qué de indecorosamente plebeyo y de grotescamente pecaminoso que con la condición de su bella y soberbia amiga se ajustaba muy mal.

Tanto en las escuelas como en el lenguaje comun, son vulgares las divisiones de corpóreo é incorpóreo, material é inmaterial, sensible é insensible; y es fácil notar que las palabras corpóreo, material, sensible, aunque no enteramente sinónimas bajo ciertos aspectos, se las suele tomar como tales, en cuanto expresan una especie de seres que tienen por propiedad característica esas formas bajo las cuales se ofrecen á nuestros sentidos.

Beatriz se resistió débilmente; ¡en su labio, humedecido, temblaba una lucecilla azul, una gota de luna! Fue al principio un beso ideal, casi incorpóreo, tomado con el aliento, en la quietud, en la altura, sobre el sueño de la ciudad y las tierras; pero, al pronto, el indeciso contacto acabó por despertar los sentidos, y las bocas se ligaron, se apretaron fuertemente, bajo el masculino furor.

Las pocas lamparillas que todavía alumbraban se extinguían con un estremecimiento incorpóreo, al modo de leve recuerdo dorado. Felicita sintió que una mano invisible le apretaba el corazón. No podía respirar. Cantó un gallo. Una voz de timbre increíble resonó en la cabeza de Felicita: «Es la hora en que Lucifer cae al averno y las almas de los justos vuelan a Dios

Palabra del Dia

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