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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Con esta fe, y con las otras dos consoladoras y divinas virtudes que de ella nacen, doña Inés iluminaba el mundo, hermoseándolo con celestiales resplandores.

¡Dios mío! interrumpió doña Inés . ¡Esto solo me faltaba: que llegue la ceguedad de usted hasta suponer que yo envidio a esa hija... de su madre!

¡Ay! exclamó la otra con dolor, arrodillándose delante de su amiga . Todo eso lo he intentado; pero cuanto más he querido no pensar en él, más he pensado. ¿De qué me vale rezar, si no puedo representarme imagen ninguna de Dios ni de santo que sea distinta de la suya?... ¡Ay, Inés!

Abrióse al cabo una puerta, y asomó por ella la cabeza de una doncella. La camarera mayor de la reina quiere ver á la señora dijo la joven en voz baja. ¿Qué hacemos, doña Inés? dijo también en voz baja la una dueña á la otra. ¿Qué os parece que hagamos, doña María? preguntó la preguntada. La señora no duerme, que solloza dijo doña María.

Todo eso duró hasta que viste a lord Gray con su pelo rubio y su capa negra... pues, como es dijo Inés. Me lo has quitado de la boca prosiguió Asunción, siempre de rodillas y con los brazos apoyados en los de su amiga . Lord Gray fue a casa; yo le miré y dije para que se parecía a un San Miguel que está pintado en mi devocionario.

No quería mamá que te viera, Inés exclamó Asunción . ¡Qué raro acontecimiento! Yo me despedí creyendo no verte más... y ahora yo estoy en casa y fuera. Hipócrita, tan preparado lo tenías, y no me habías dicho nada.

La madre vino, pero sintiendo cielo de tormenta, estuvo sólo un momento y desapareció. Romper, es palabra corta y fácil; pero comenzarlo... Nos habíamos sentado y no hablábamos. Inés se inclinó, me apartó la mano de la cara y me clavó los ojos, dolorosos de angustioso examen. ¡Es evidente!... murmuró. Qué le pregunté fríamente.

Este que aquí está, se llama lord Gray. ¿Quieres saber más? ¿Quieres saber en qué me fundo para pensar que Inés le ama? Hay mil indicios que ni engañan ni pueden engañar a una mujer experimentada como yo. ¿Y eso te asombra? Eres un mozo sin experiencia, y crees que el mundo se ha hecho para tu regalo y satisfacción.

No dudes que conviene lo que hago. Cállate, por Dios. Ten paciencia. Mira y observa sin hablar. Cállate. Oigo ruido. Nuestro hombre ha entrado en casa. Ya sube por la escalera. ¡Chitón! Si él sospecha que hay alguien aquí, darás un escándalo y harás una tontería. Doña Inés se resignó y se calló. Pocos segundos después entró don Andrés Rubio en la sala.

Como Beatriz no le contestase y siguiese llorando, Inesita se inclinó sobre el sofá en que estaba echada Beatriz, y volvió a hacerle las mismas preguntas, acompañadas de besos y caricias. Beatriz no pudo ya resistirse; sentía además necesidad de desahogar su corazón, e incorporándose y teniendo a Inés a su lado, dijo con un suspiro: ¡Qué desgraciada soy, Inés! ¿Qué sucede? interrumpió ésta.

Palabra del Dia

bagani

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