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Actualizado: 24 de junio de 2025


Deja a ese hombre..., no hables de lo que no me interesa. ¿Conque antes decías que los tenderos de la calle de la Sal martirizaban a la chiquilla...? , señora, mucho. Me desgarraba el corazón contesté sin cuidarme de disimular los sentimientos de mi alma. Era natural que te interesaras por la desgracia. Es que yo había conocido a Inés antes de que a tal casa fuera.

Sentí más honda mi miseria ante su cuerpo, todo amor, sacudido por los sollozos de su dicha muerta. Sin darme cuenta casi, me detuve. ¡Inés! llamé. Mi voz no era ya la de antes. Y ella debió notarlo bien, porque su alma sintió, en aumento de sollozos, el desesperado llamado que le hacía mi amor, esta vez , inmenso amor! No, no... me respondió. ¡Es demasiado tarde! Padilla se detuvo.

Bonito es el retrato dijo D. Diego, con un desenfado impropio de la situación ; pero usted, Inés, lo es más todavía. ¿Y por qué no quería usted salir del maldito convento? Sin duda las pícaras monjas la retenían a usted por fuerza, esperando que al profesar les llevara un buen dote.

Cualquiera imaginará que, llegadas las cosas a este punto, Juanita podría apoderarse de la voluntad de doña Inés y hacer de ella lo que le diese la gana; pero sucedió lo contrarío.

Llévame otra vez a mi casa. ¡Dios mío santísimo, si me sienten llegar contigo!... ¡Si doña María se levanta y ve que Asunción y yo no estamos allí!... ¡Esto ha sido una locura! ¡Desgraciada Asunción! ¡Tan buena y tan loca! Inés lloraba con vivo dolor la pérdida de su amiga. Para es como si hubiera muerto añadió . ¡Que Dios la perdone!

Te ha trastornado el juicio dijo doña María . ¡Bonita y ejemplar conducta de una niña de tu condición, que representa una de las más principales casas de España! ¡Inés, vuelve en ti, por Dios, repara quién eres! ¿Es posible que una joven destinada?... Yo he observado que es tu natural de suyo profano a las mundanidades.

Quéjase Inés de no haber preferido á su primero y tosco pretendiente, regocijándose sobremanera cuando, por el inesperado fallecimiento de su verdugo, queda en situación de aceptar las pretensiones de su galán, antes despreciado.

Ejecutó éste dos cuadros para el convento de Santa Inés, representando la Sacra Familia y el Espíritu Santo, otro para el altar mayor del Hospital establecido en la calle Colcheros, que se conservaba en 1836, y el magnífico retablo del Juicio final que existe en san Bernardo y del que dice un crítico «que es tal vez la más grandiosa obra que brotó de sus afamados pinceles

Y en lo tocante al brazo secular, era evidentísimo que doña Inés le tenía sujeto a sus caprichos y que aplastaría con todo su peso a quien ella quisiese.

Era doña Inés aficionadísima a disertar y a convencer a sus oyentes y contradictores cuando disertaba. Si por algo se dolía de haber nacido mujer, era por no poder transformarse en predicador o en catedrático.

Palabra del Dia

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