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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Yo, que había apreciado ya el encanto de aquella mirada vagando por uno y otro lado de la sala, viví en un segundo, al sentirla directamente apoyada en mí, el más adorable sueño de amor que haya tenido nunca. Fué aquello muy rápido: los ojos huyeron, pero dos o tres veces, en mi largo minuto de insistencia, tornaron fugazmente a mí.
Si nuestros caballos lo hicieron ruinmente este día, muchos hubo entre los de á pie que, por tenerles compañía, huyeron muy sin vergüenza, y Capitanes con quien se tuvo gran cuenta. D. Alvaro de Sande los trató muy mal de palabra, diciéndoles que renegaba de la parte que tenía de caballero, si ellos lo eran.
21 Y se estuvieron en sus lugares en derredor del campamento; y todo el campamento fue alborotado, y huyeron gritando. 22 Mas los trescientos tocaban las trompetas; y el SE
Regaléles y quedaron contentos: mas unos 12 de estos, ocultándose entre los sauces, me siguieron dos leguas, y arrojáronse á la canoa. A este tiempo, saltó de la banda del S, otra indiada de mas de 300 Matacos de toda chusma, y huyeron los 12 que me seguian.
Ahora hay esperanzas de fundar otro, con nombre de Nuestro Padre San Ignacio, hacia el Sur, en los Zamucos, que son más de mil doscientas almas, é inmediatamente los Ugaranós, que tienen la misma gente. Dichos Zamucos, ya vimos en el capítulo XIX cómo se alzaron y huyeron dando muerte al hermano Alberto Romero y á sus compañeros Chiquitos.
Al fin se quitaron la máscara el día 1.º de Octubre, y muertos á traición doce cristianos, un infame cacique asió de la garganta al santo hermano y con el filo de una pesada macana le partió la cabeza, despojóle después bárbaramente, y de miedo de que no viniesen sobre ellos á vengar aquella muerte los Chiquitos, se huyeron todos juntos, sin saberse dónde.
Aquella noche, por primera vez, me abandonaron mis sufrimientos, pero los bellos sueños también huyeron, y fuí atormentado por horribles pesadillas. Estas aumentaron a tal grado en las dos noches siguientes, que puedo asegurar que ni el Dante pudiera imaginárselas en lo más profundo del Averno.
Quemó aquí un navio el Luterano De los tres que traia, y á gran priesa Se leva á la mañana muy temprano, Y á Paita sin parar presto atraviesa. Al Piloto echa en tierra de su mano, A los de Paita enviando su promesa De seguro, mas ellos no quisieron Concierto, sino al monte se huyeron.
¡Oh!, entonces el furor del infeliz don Mariano estalló terrible y alborotado como el del mar en momentos de borrasca, como el de un volcán en erupción. Su atlética figura cayó sobre el grupo de curiosos que tenía más cerca y lo deshizo del primer empuje, volcando a los hombres por el suelo cual si fuesen de paja. Los que quedaron en pie huyeron, sin esperar la segunda arremetida.
Con ella, la felicidad y la prosperidad de la casa se afirmaron, y no huyeron más del hogar del infatigable trabajador. Hacía doce años que el señor Aubry disfrutaba de esta dichosa paz cuando encontró a Juan Durand. Se le presentaban de improviso sus propios sufrimientos, en el abandono y la miseria del chico.
Palabra del Dia
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