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Actualizado: 17 de junio de 2025


A Timoteo es a quien le arden las orejas... Diga usted, ¿cómo no han estado ustedes esta tarde en la Castellana? Eso cuénteselo usted a mamá. ¿A mi, niña? exclamó vivamente doña Carolina. ¿Qué estás ahí diciendo? ¿No sabes que tienes padre? Y volviéndose hacía Romadonga: Pantaleón no ha querido que hoy fuésemos a paseo, sin duda temiendo a la humedad por lo mucho que ha llovido estos días.

Casi sin corriente, por la escasa inclinación del suelo, la masa fangosa corre lentamente por entre dos líneas de casas con sus paredes cubiertas de algas verdosas, su maderamen roído por la humedad y sus enlucidos cayéndose á pedazos.

Un ala se volvía azul; otra, encarnada... Eran pequeñas banderas, á cientos, á miles, que se estremecían día y noche con la tibia brisa impregnada de sol, con el huracán acuoso de las mañanas pálidas, con el frío mordiente de las noches interminables. La lluvia había lavado y relavado sus colores, debilitándolos. Las telas, inquietas, tenían sus bordes roídos por la humedad.

Cuando el sol resplandece con todo su brillo, el calor directo y el que reflejan los hielos hacen padecer bastante al viajero: en apariencia hace más calor que en los valles, por la sequedad del aire, privado continuamente de su humedad por la árida superficie del ventisquero.

En cuanto á su humedad, es tan constante, que estoy seguro pocos sitios habitados habrá en el mundo que acusen en los higrómetros una intensidad mayor; á pesar de esto, Lucban no es malsano, teniendo la precaución de resguardarse de el relente de la tarde, y sobre todo, dormir entre lana, con el vientre fajado, cosa que en nada atormenta, pues aun prescindiendo de la ciencia higiénica, las necesidades de la materia hacen que los que duermen en aquel pueblo busquen la manta, y no diré las mantas porque no se me tache de exagerado, por más que las he usado en los meses de Diciembre y Enero, en los que tenía mi cama con todo el servicio de las de Europa.

Así es que resolví mudarme... Quince años había estado allí en aquel zaguán, y me entristecía el tener que marcharme a otro lado; pero era preciso, porque yo estaba ya un poco enfermo con la humedad... Sin embargo, estuve buscando unos días algún sitio a propósito y no lo encontré.

Pero Margarita adivinaba el suplicio interior de la pobre señora y su lucha para que no se revelase exteriormente en la humedad de sus ojos, en la nerviosidad de sus manos. Le era imposible abandonar á su madre un solo momento... Luego había sido la despedida. «¡Adiós, hijo mío! Cumple tu deber, pero prudenteNi una lágrima, ni un desfallecimiento.

Risa inextinguible le causaban los que sostienen que se ignora el origen de estas ideas. Lo ignorarían ellos. Moreno y él sabían perfectamente a qué atenerse. Eran sensaciones, nada más que sensaciones, agradables o desagradables, como las que produce la humedad, el calor o la fetidez de las alcantarillas.

Desde sus torres, siendo mozo, miraba a lo lejos, soñando conquistar el mundo y adornar su frente con una corona. Aquí conoció a su mujer, y, bajo las frondas de estos árboles, arrullaba a su pequeña Elsa, que era el sol de su vida... , siento en las manos la humedad de tus lágrimas. Te lo ruego, no llores.

Uníase a la baja temperatura la humedad de su suelo atravesado por las alcantarillas de desagüe, el rezumar de ocultos y subterráneos estanques, que manchaba el pavimento y hacía toser a los canónigos en el coro, «acortando su vida», como decían ellos quejumbrosamente. La luz de la mañana comenzaba a esparcirse por las naves.

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