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Las doncellas cobrizas habían seguido en ferrocarril la fuga de las señoras. Al principio se sintió desorientado en esta soledad; le causaron extrañeza las comidas en el restorán, las noches pasadas en unas habitaciones desiertas y enormes que guardaban aún las huellas de su familia. Los otros pisos de la casa estaban igualmente vacíos.

Está bien, don Melchor dijo Baldomero dirigiéndose hacia la caballeriza por el caminito del jardín en el que quedaron visibles, a la luz del farol del corredor, las hondas huellas de sus botas. ¡Baldomero! gritó Melchor aproximándose al límite del corredor, hasta recibir algunas gotas de lluvia y haciendo bocina con la mano, ¡que los acompañe Hipólito hasta la tranquera!

Al verse solo en este compartimiento, que llevaba hacia Nápoles las huellas y el perfume de la ausente, Ulises se sintió desalentado, como si viniera de un entierro, como si acabase de perder un sostén de su vida. Se presentó á bordo del Mare nostrum lo mismo que una calamidad.

Raveloe estaba situado en una hondonada, en medio de los árboles espesos y de caminos surcados por huellas, lejos de las corrientes de la actividad industrial y del fervor puritano; los ricos comían y bebían a sus anchas, aceptando la gota y la apoplejía como cosas que se trasmitían misteriosamente en las familias honorables, y los pobres pensaban que los ricos estaban en su pleno derecho de llevar alegre vida.

Quise ensayar con el perrito de mi hermana, y mira lo que me ha hecho... Y levantando un poco los pantalones, le enseñó las huellas de los dientes del animalito en la carne. Estaba muy animado, pero confesaba que tenía los nervios un poco excitados y que dormía mal por la noche. ¡Eso de presentarse delante de un público tan lucido!

Innumerables poetas siguieron las huellas de Lope de Vega, superándose en fecundidad unos á otros, y esforzándose en satisfacer, con nuevas composiciones, la sed inextinguible de sus favorecedores.

Los encrespados cabellos de castaño color le cubrían el cuello y no parecía tener más de cuarenta años, á pesar de las profundas huellas impresas en su rostro por las penalidades de sus largas campañas y por los excesos del placer y la bebida.

El prófugo aprovechaba todos los accidentes del suelo para no dejar huellas; cuadras enteras había marchado pisando con la punta del pie; trepábase en seguida a las murallas bajas, cruzaba un sitio y volvía para atrás.

Estaba fatigada. Las huellas del cansancio rodeaban sus ojos prestándoles ese brillo extraordinario que causa el insomnio después de las fiestas nocturnas. El señor De Nièvres y el señor D'Orsel seguían jugando. Ella estaba sola con Julia y yo delante de ella apoyado en el brazo de Oliverio.

Por entonces los conocí yo siendo estudiante todavía, durante las vacaciones de verano, en la romería de la Virgen de las Nieves. Me parecieron de muy mala catadura, particularmente el mayor, en cuyo semblante de torva y recelosa mirada, lo mismo que en el resto de su persona, se veían las huellas y el estrago de todas sus malandanzas.