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Actualizado: 28 de noviembre de 2025
¿Qué es lo que querrá? preguntó Carolina con curiosidad cada vez más acentuada. Pregúntaselo dijo Catalina en tono despreocupado. Quizá poner en el colegio a sus cinco hijas. Tal vez quiera perfeccionar la educación de su mujer y ponerla en guardia contra nosotras. Pues chica, no parece viejo, y menos casado contestó Adelaida doctrinalmente.
La sociedad meticulosa de la época prefería la desgracia de sus hijas en un claustro, a su dicha relativa en el mundo, en el que no se admitía el celibato. Las conveniencias lo mismo que el espíritu religioso de la época se oponían a este último partido.
Claro que no... Pues que no sean ellos atrevidos. Si Obdulia les consiente ciertas cosas... yo no quiero, yo no quiero. Ni yo quiero tampoco que tú te compares con Obdulia. Ella es... una cualquier cosa, que no sé cómo la admiten en la tertulia; y por darse tono, por decir que es íntima de la marquesa y de sus hijas, pasa por todo. Tú eres de la clase.
28 Y el resto del pueblo, los sacerdotes, levitas, porteros y cantores, netineos, y todos los que se habían apartado de los pueblos de las tierras a la ley de Dios, sus mujeres, sus hijos hijas, y todo sabio y entendido.
15 Y no se hallaron mujeres tan hermosas como las hijas de Job en toda la tierra; y les dio su padre herencia entre sus hermanos. 16 Y después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. 17 Murió pues Job viejo, y lleno de días.
Que llamasen a Somoza». Somoza dijo que aquello no era nada. Ocho días después propuso a la señora de Guimarán el arduo problema de lo que allí se llamaba «la preparación del enfermo». «Había que prepararle», ¿a qué? «A bien morir». De las cuatro hijas de don Pompeyo dos se desmayaron en compañía de su madre al oír la noticia.
Cuando llegó el momento había adquirido tal importancia que, como sucede generalmente en los pueblos pequeños, apenas se hablaba de otra cosa. Las relaciones del Jubilado y sus cuatro hijas eran numerosísimas, y todas ellas aspiraban a ser invitadas el día de la boda.
La visita se prolongó una media hora, y por fin, el viejo, con ayuda de su bastón, púsose en pie. Me voy, hijas mías dijo con expresión melancólica, a pesar de su carita siempre alegre . El año que viene os acordaréis de mí al veros sin mi visita.
Sin embargo, mi salud es buena y mejor que otras veces, lo cual es todavía otro de los favores por que debo dar gracias a Dios. Mis hijas están igualmente buenas, creciendo a mi lado en virtud y hermosura, porque sus figuras son simpáticas y su piedad grande: tanto es así, que yo misma, algunas veces, he notado escrúpulos excesivos en ellas que me he visto obligada a combatir.
Á orillas del Garona veremos después el villorrio de Bazán, donde me detuve tres días á mi regreso de la última campaña; y la culpa fué de las hijas del talabartero del lugar, tres pimpollos á cual más rozagante y á las cuales dí palabra de casamiento. ¿Á las tres? El diablo enredó las cosas de manera que no hubo medio de dejar una ó dos buscando novio.
Palabra del Dia
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