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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Pero con respecto a los demás, dígasenos francamente si pueden subsistir con sus ganancias; aquel hombre negro y mal carado, que con la balanza rota y la alforja vieja parece, según lo maltratado, la imagen de la justicia, y cuya profesión es dar higos y pasas por hierro viejo; el otro que, siempre detrás de su acémila y tan inseparable de ella como alma y cuerpo, no vende nada, antes compra... palomina; capitalista verdadero, coloca sus fondos y tiene que revender después y ganar en su preciosa mercancía; ha de mantenerse él y su caballería, que al fin son dos aunque parecen uno, y eso suponiendo que no tenga más familia; el que vende alpiste para canarios, el que pregona pajuelas, etc.
Y se puso á cascarlas con sus blancos y menudos dientes. No sé por qué te enfadas prosiguió al cabo de un instante. Ya debías estar acostumbrado á mis cosas... Tú, Jacinto, te empeñas en comer los higos cuando están verdes y ¡claro! no tiene más remedio que saberte agrios. ¡Eres tan despreciativa, Flora!
Cuidaba al mismo tiempo de la limpieza de la villa, de la conservación de las Casas Consistoriales y demás edificios públicos y del buen orden y abastecimiento de la carnicería y de los mercados de granos, legumbres y frutas; y era tan campechano y dicharachero, que alcanzaba envidiable favor entre los hortelanos y verduleras, quienes solían enviar a su casa, para su regalo, según la estación, ya higos almibarados, ya tiernas lechugas, ya exquisitas ciruelas claudias o ya los melones más aromáticos y dulces.
DULCE DE HIGO. En todo es igual al anterior, con la sola diferencia de que antes de poner a cocer los higos han de estar cuarenta y ocho horas en agua fría, cambiando ésta cada doce horas. PASTA DE HIGOS. Se hace como la anterior, sino que a los higos hay que quitarles la piel antes de cocerlos.
Hebrón fue edificada siete años antes de Zoán, la de Egipto. 23 Y llegaron hasta el arroyo de Escol, y de allí cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual trajeron dos en una vara, y de las granadas y de los higos. 24 Y se llamó aquel lugar Nahal-escol por el racimo que cortaron de allí los hijos de Israel. 25 Y volvieron de reconocer la tierra al fin de cuarenta días.
No vivió ni respiró más que para la obra de Tristán. Hasta puede decirse que no se alimentó siquiera. Su madre se hallaba profundamente contristada viéndole engullir los garbanzos del cocido como un perro de caza y renunciar generosamente a los cuatro higos pasos que indefectiblemente le ponía para postre. ¡Pero, hijo, no masticas!
Poca levita, mucha tuina y chaqueta, de higos a brevas un uniforme; buen número de mujeres, roncas ya, con los labios secos, los ojos inyectados, arrebatadas las mejillas, más o menos descompuesto el peinado y el traje.
Eran una polka y un andante patético, enzarzados como dos gatos furibundos. Esto y los tambores, y los gritos de la vieja que vendía higos, y el clamor de toda aquella vecindad alborotada, y la risa de los chicos, y el ladrar de los perros pusiéronle a Jacinta la cabeza como una grillera. Repartidas las limosnas, fue al 17, donde ya estaba Guillermina, impaciente por su tardanza.
Le explicó la manera de acogotar una gallina sin que alborotase, le mostró la manera de coger los higos y las ciruelas de las huertas sin peligro de ser visto, y le enseñó a conocer las setas buenas de las venenosas por el color de la hierba en donde se crían. Esta cosecha de setas y la caza de caracoles constituía un ingreso para Tellagorri, pero el mayor era otro.
Ribera fué dueño de la espaciosa huerta que conocemos, en Lima, con el nombre de Huerta perdida. Poseía una fortuna de trescientos mil duros, adquirida haciendo vender por sus mitayos higos, melones, naranjas, pepinos, duraznos y demás frutas desconocidas hasta entonces en el Perú.
Palabra del Dia
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