United States or Saint Vincent and the Grenadines ? Vote for the TOP Country of the Week !


Riéronse mucho las damas, entonando el consabido estribillo: ¡Qué cosas tiene! y Carmen Tagle, para desagraviarle, le ofreció un sorbete diciendo: Vamos, hombre... Tómate un Curra Albornoz y te curas... No es más indigesta la ensalada de pepinos que el suelto de El Puente de Alcolea, y ahí la tienes a ella bailando tan fresca.

El mismo autor añade: «Seis días después á otra mujer, porque vendía pepinos á más de la postura, la pasearon por las calles con los pepinos al pescuezo y le dieron doscientos azotesComo estos dos, pudiera citar infinidad de casos que prueban la manera con que Puñonrostro hacía justicia, y lo que era en el siglo XVI un Asistente de Sevilla.

¿Qué tienes, hombre?... ¿Qué ha de tener? dijo Carmen Tagle . Lo que tienen las cepas: oidium... Diógenes soltó una atrocidad, acompañada de la interjección favorita que solía emplear entre señoras, sustituyendo a otras más enérgicas: ¡Polaina!... Había merendado aquella tarde en San Antonio una ensalada de pepinos y se le habían indigestado algún tanto.

Los sentimientos poéticos, cuando se desenvuelven al aire libre y enmedio de los bosques, son excelentes para facilitar la secreción del jugo gástrico. Por eso tanto ninfas como faunos asaltan con bríos, antes de sentarse a la mesa, las aceitunas, los pepinos, las rajas de salchichón.

En esotra celda, sobre un cofre lleno de doblones, cerrado con tres llaves, está sentado un rico avariento, que sin tener hijo ni pariente que le herede, se da muy mala vida, siendo esclavos de su dinero y no comiendo más que un pastel de a cuatro, ni cenando más que una ensalada de pepinos, y le sirve de cepo su misma riqueza.

4 Y el vulgo que se mezcló con ellos tuvo deseo, y volvieron, y aun lloraron los hijos de Israel, y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! 5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, y de los melones, y de los puerros, y de las cebollas, y de los ajos; 7 Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio.

Ribera fué dueño de la espaciosa huerta que conocemos, en Lima, con el nombre de Huerta perdida. Poseía una fortuna de trescientos mil duros, adquirida haciendo vender por sus mitayos higos, melones, naranjas, pepinos, duraznos y demás frutas desconocidas hasta entonces en el Perú.

«No» pierda cuidado, don Baldomero. Hágales un buen asado de costillas con ensalada. ¿De pepino? ¿De pepinos, dice?... mejor de lechuga... y unos pollos... pero que sean gordos... ¿Y de empezar?... ¿Es fresca esa ternera fiambre que he visto en el mostrador? Fresca... fresca... fresca... es fresca... Bueno, eso no, amigo Garona... pero usted sabe tener tallarines... Hay de casualidá...