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Actualizado: 9 de mayo de 2025


El choque de la vajilla hiere cruelmente los oídos y las escasas palabras que se cambian salen temblorosas y sin aliento de los labios. El espíritu protesta sordamente contra aquella brutal necesidad que el cuerpo le impone y que le obliga a detener para un acto tan miserable la expresión de su acerbo dolor y el curso de sus melancólicos pensamientos.

Su masa, contenida por una piedra ó un tronco de árbol que obstruye su lecho, se desvía un poco y va á chocar contra una orilla. Rechazado por el obstáculo, se dirige hacia la orilla opuesta, la hiere y, nuevamente rechazado, se lanza en sentido inverso.

1 Vi al Señor que estaba sobre el altar, y dijo: Hiere el umbral, y estremézcanse las puertas; y córtales en piezas la cabeza de todos; y al postrero de ellos mataré a cuchillo; no habrá de ellos quien se fugue, ni quien escape. 2 Aunque cavasen hasta el infierno, de allá los tomará mi mano; y si subieren hasta el cielo, de allá los haré descender.

¡Pero, hombre de Dios!... No me hables, Pepe.... Me has matado con una palabra.... Déjame tranquilo.... Dios te perdone como yo te perdono.... Yo soy como un conejo a quien hiere el cazador y corre a morir a su madriguera.... No me hurgues más.... Déjame morir en paz. Este símil del conejo le hizo tal impresión después de haberlo proferido, que se dejó caer sollozando en una butaca.

En ellas me proponía sacar la Elegía del carril en que se arrastraba, dándole la forma y el movimiento dramático, que es el que mas poderosamente hiere la imaginacion y conmueve el alma. Esto mismo es lo que ha hecho Delavigne en algunas de sus Mesenianas. Tal fué mi objetivo: dudo de haberlo alcanzado. Esta composicion se ofrece hoy correjida en su forma definitiva.

La luz no hiere con su lumbre pura mis ojos apagados donde ántes su fulgor resplandecía, y á través de una niebla siempre oscura miro la alegre claridad del dia. No hay eco que hasta llegue distinto, ni idea que despierte mi entusiasmo; no hallo placer que excite en el instinto, ni dolor que me saque del marasmo.

Era la vida brutal, la ley del destino sorda e inexorable, y la venganza no está obligada a más equidad que esa justicia ciega cuya espada de dos filos hiere casi siempre al inocente con el culpable. ¿Qué le iba a hacer ella? ¿Salvar al uno para salvar a la otra? ¡Engaño! ¡Piedad ridícula de los débiles que causa la audacia implacable de los fuertes!

Si les hiere de muerte es porque padecen una aberración replicó el pintor . No son espíritus sanos, bien equilibrados. Pero en fin, no se trata de eso. A la mujer corresponde evitar disgustos a su marido por medio de una gran prudencia, del más profundo secreto. Basta con eso, porque repito y sostengo que no hay tal crimen.

»Señora: »La pregunta que usted hace me hiere en lo vivo y me obliga a confesar una situación deplorable, en la que nos hallamos muchos jóvenes de mi edad, sin atrevernos a quejarnos. »Nadie desea casarse más que yo. Desgraciadamente, no tengo fortuna. Siendo reducidos mis recursos, me es tan imposible encontrar una mujer rica, como casarme con una pobre. »Homenajes respetuosos.

Acusaban todos á las libertades de la pluma sin decirle nada nuevo, que «la experiencia le tenía enseñado que hiere más que la espada :» ¿no podrían con la pluma cauterizarse las heridas?

Palabra del Dia

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