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Actualizado: 24 de junio de 2025
Por un gran canal, cuyos lados los forman casas monumentales que ostentan sus cien ojos de vidrio y sus tatuajes de rótulos, pasa un río caudaloso, confuso, de comerciantes, corredores, caballos, tranvías, ómnibus, hombres-sandwichs vestidos de anuncios y mujeres bellísimas. Abarcando con la vista la inmensa arteria en su hervor continuo, llega a sentirse la angustia de ciertas pesadillas.
Por entre el ramaje de los árboles veíase el cielo azul obscuro de las noches de verano, moteado por el luminoso polvo sideral. Como un sordo rugido semejante al hervor de lejana caldera, llegaban los rumores de la ciudad al paseo obscuro y silencioso.
Tronó recia su voz de apóstol, y el enjambre mudo de ilotas escuchó: "¡La patria es esta!" ¡Sólo entonces cayeron de rodillas! ¡sólo entonces supieron conocerla...! Corrió en la multitud hervor de fuego, eléctrica explosión de vida nueva, un ansia de elevar aquella patria al bello Sinaí de las grandezas.
Estaba á esta hora vigilando el hervor del caldero, para que sus acompañantes no metiesen en la sopa las lanzas con que extraían los peces, y vió cómo un hombre de los que iban vestidos con túnica y velos se aproximaba lentamente á él. Sus ropas eran pobres, remendadas y algo sucias.
La gran sala que atravesamos tenía abiertas de par en par las tres puertas de su inmenso balcón; el sol entraba ya por ellas, iluminando todo el larguísimo y espacioso carrejo que terminaba en la escalera; se oía el cuchareteo y hervor de la cocina que empezaba á animarse por la solemnidad del día, y se respiraba en toda la casa un ambiente especial, una atmósfera pura y embalsamada, que sólo se respira en el campo de la Montaña en las madrugadas de verano, al secar el sol el fresco rocío sobre las flores de las praderas.
Entonces vendría la lujuria del cariño, el no dormir para velarle, el contar los minutos para darle a su tiempo los remedios, el espiar el hervor de su respiración y el ardor de la frente y la transpiración de la piel; y los bajos oficios que a otras personas fueran repugnantes y que ella haría gozosa saboreando su triste y voluntaria servidumbre. Le amaba mucho, pero aún le quería más.
Estando este ruido y hervor de combate, pareció en el fuerte una paloma blanca con algunas pintas, la cual, entre tanto que pasó el dicho combate, andaba volando alrededor del fuerte; y como los cristianos hobieron la victoria, se fué, que no la vieron más después, ni primero la habían visto, si no es aquel día.
En medio del agua transparente, no siempre se sabe distinguir la columna líquida del manantial que brota, pero se revela por las ondulaciones de las hierbas que acaricia su onda ascendente, por las burbujas que salen de la arena y vienen á deshacerse al contacto del aire, y por el silencioso hervor que se produce en la superficie del agua y se propaga alejándose en rizos ondulados que disminuyen gradualmente.
En la entrada distingo todavía algunas sinuosidades del fondo; piedras blancas, un poco de arena que se mueve lentamente, empujada por el agua que sale, produciendo ruidos de hervor; un poco hacia dentro se distinguen aún los rizos de las pequeñitas ondulaciones, y las diminutas columnas que soportan la bóveda; alumbradas vagamente por reflejos de luz, parecen temblar en la sombra: diríase que una redecilla de seda flota sobre ella con ligeras ondulaciones.
Era necesario, pensaba ahora Ramiro, vencer el hervor de su memoria y determinar, en aquella tregua de la calentura, lo que había de decir, al siguiente día, cuando su madre penetrara de nuevo en la estancia.
Palabra del Dia
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