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Actualizado: 14 de junio de 2025
Llegáronle a los ojos dos o tres lanternas, a cuyas luces descubrieron un rostro de una mujer, al parecer, de diez y seis o pocos más años, recogidos los cabellos con una redecilla de oro y seda verde, hermosa como mil perlas.
No... recógete el pelo con una redecilla, con una cinta... Así estás muy bien... estás mejor... con esa melena alborotada... Pareces una Herodías que hay en un cuadro de Palacio... Vamos, avíate... súbete esos pelos... Mira que es muy tarde... A ver, yo te ayudaré. Sentose Refugio, y la Bringas le arregló la abundante cabellera en un periquete.
¡Ah!... saluda al señor gobernador, a la junta y a la monja... Se ha quitado el sombrero y ahora se pone su redecilla roja. ¡Bueno! Después apoya contra el suelo su ancha espada de dos filos... ¡Jesús! ¡Cuánto oro en su traje color de naranja! ¡estoy deslumbrado! ¡oro por todas partes!... oro hasta en sus medias y en sus zapatos... En fin, ya está en la arena...
Sentose Gallardo otra vez y Garabato la emprendió con la coleta, librándola del sostén de las horquillas y uniéndola a la moña, falso rabo con negra escarapela que recordaba la antigua redecilla de los primeros tiempos del toreo.
Valor, mi fiel Iscar, valor, porque ¡ay! los tiempos han cambiado. ¡Cuántas veces, sobre la fresca verdura del prado de Sevilla o de Córdoba, tú alcanzabas y dejabas atrás las brillantes calesas que arrastraban a las hermosas granadinas, morenas y rientes, con su redecilla de púrpura que volaba al viento y su rica mantilla prendida con broches tornasolados! ¡Cuántas veces tú has relinchado de impaciencia cerca de la estrecha ventana cerrada por una cortina de seda, detrás de la cual suspiraba mi Zetta! ¡Cuántas veces tú has relinchado mientras que nuestros labios se buscaban y se oprimían ardientes, aunque separados por el tejido celoso!
En la entrada distingo todavía algunas sinuosidades del fondo; piedras blancas, un poco de arena que se mueve lentamente, empujada por el agua que sale, produciendo ruidos de hervor; un poco hacia dentro se distinguen aún los rizos de las pequeñitas ondulaciones, y las diminutas columnas que soportan la bóveda; alumbradas vagamente por reflejos de luz, parecen temblar en la sombra: diríase que una redecilla de seda flota sobre ella con ligeras ondulaciones.
No era un chulillo, porque no agitaba en el aire el ligero velo de seda roja, y su mano no blandía ni la larga lanza del picador, ni la espada de dos filos del matador; no llevaba tampoco ni el sombrero adornado de cintas, ni la redecilla, ni el traje bordado de plata.
La sangre, como savia enérgica, regaba los tejidos, tiñendo la epidermis de tonos que variaban delicadamente desde el azul de las ramificaciones venosas hasta el carmín brillante de los labios húmedos; y una mata de pelo, escapada de la redecilla, hacía resaltar la blancura del cuello.
Vestía una bata suelta de color carmesí bastante usada, y traía el cabello sujeto con una redecilla blanca. Mas pasaba una cosa singular con esta niña. Con el vestido usado, y descosido a veces, de trajinar por la casa, y el cabello al desgaire, estaba más linda que cuando se ponía de tiros largos.
Los unos llevaban sombrero, los otros una redecilla o un simple pañuelo de colores vivos cuyos extremos flotaban sobre sus hombros; pero todos tenían el color atezado, los ragos duramente característicos y el aspecto poco tranquilizador que distingue a los contrabandistas de tierra que operan en el litoral andaluz.
Palabra del Dia
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