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Actualizado: 26 de julio de 2025
Su fiel Iscar se revolcaba sobre la arena y mojaba sus largas crines, cuando de pronto dio un brinco y lanzó un relincho que hizo volver bruscamente a su dueño y le sacó de su ensimismamiento. En aquel momento, el cuchillo del marino se levantaba sobre el pecho del gitano; éste asió al asesino por la garganta con tal prontitud y fuerza, que no pudo ni lanzar un grito.
¡Adelante, mi fiel Iscar! ¡ya lo ves, el mar está azul y el oleaje viene a acariciar dulcemente tu ancho pecho, blanqueado por la espuma! ¡Adelante! ¡tú hundes en el agua límpida tus narices que se abren temblorosas! y tu larga crin se cubre de perlas brillantes como gotas de rocío. ¡Adelante! mueve aún tus corvas vigorosas que hienden las olas.
Valor, mi fiel Iscar, valor, porque ¡ay! los tiempos han cambiado. ¡Cuántas veces, sobre la fresca verdura del prado de Sevilla o de Córdoba, tú alcanzabas y dejabas atrás las brillantes calesas que arrastraban a las hermosas granadinas, morenas y rientes, con su redecilla de púrpura que volaba al viento y su rica mantilla prendida con broches tornasolados! ¡Cuántas veces tú has relinchado de impaciencia cerca de la estrecha ventana cerrada por una cortina de seda, detrás de la cual suspiraba mi Zetta! ¡Cuántas veces tú has relinchado mientras que nuestros labios se buscaban y se oprimían ardientes, aunque separados por el tejido celoso!
Pero entonces yo era rico; entonces el pabellón de guerra de las anchas franjas y del león real, se izaba en el palo mayor cuando yo subía a bordo de mi fragata; entonces la inquisición no había puesto aún precio a mi cabeza... ¡entonces, no me llamaban el condenado! y más de una vez la mujer de algún grande de España me sonreía tiernamente cuando, en una bella tarde de estío, yo acompañaba con mi guzla su voz pura y sonora. ¡Vamos, valor, mi fiel Iscar, porque el pasado está lejos!
Después dio un silbido prolongado, y todos los negros, habiendo vuelto a la tartana, retiraron el puente y marcharon a lo largo de las rocas que formaban el borde opuesto del canal. El condenado permaneció en la playa, montado sobre su fiel Iscar.
Al lado del réprobo y apoyado en el cuello de Iscar, se veía al joven Blasillo, vestido de negro también, y teniendo en la mano una larga carabina damasquinada; después, Bentek y sus negros, formados en dos filas, rodeaban silenciosamente los cañones, y el ligero humo blancuzco que se elevaba de cuando en cuando probaba que las mechas estaban encendidas y las piezas cargadas.
Palabra del Dia
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