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Actualizado: 8 de junio de 2025


Introducido en el salón, tuvo que esperar algún tiempo. Sin duda la señorita Guichard quería tomarse tiempo para pensar lo que iba á decir y acaso también enseñar á Herminia adornada con elegante sencillez. Sin embargo, la dueña de la casa apareció sola y avanzó con la frente oscurecida por una nube. Celebro infinito ver á usted, señor Aubry, dijo con voz bastante firme.

¡No!, dijo tristemente Roussel; porque llevarías contigo el recuerdo de Herminia y serías aún más desgraciado estando lejos de ella ... Y yo tendría la doble tristeza de verte sufrir y de pensar que sufrías por ser yo un egoísta ... Lo que me impedía dejarte en libertad de amar á esa muchacha, que es sin duda adorable y buena....

Si Clementina se había negado á recibir á Mauricio, Herminia había presenciado su partida, á través de las transparentes cortinillas de su ventana, y su aturdimiento había crecido al ver que su tía no quería despedirse del que tan caritativamente había cuidado. Había en esto un enigma para ella y en vano se esforzaba en buscar la solución.

Cuando estéis casados, me presentaré en casa de la señorita Guichard según vuestro deseo, y haré cuanto sea posible para asegurar la concordia general. Gracias, querido padrino, en nombre de Herminia y en el mío. ¡Abrázame y que seáis dichosos! El padre y el hijo se estrecharon en un tierno abrazo con una efusión extraordinaria.

Dios mío, suspiró Herminia, y se echó en los brazos de Mauricio, como si temiese que los separasen de nuevo. En este momento, se abrió la puerta del comedor y Federico, pálido, avanzó diciendo en tono consternado: ¡Señor! Es la señorita Guichard ... ¡Oh! Bien la hemos visto, contestó Roussel con calma. Hágala usted entrar en el salón.

Pues bien, sabrás de lo que soy capaz cuando se me fuerza. Me lo habían dicho y ya lo he visto. Pero jamás me hubiera atrevido á creer que usted, tan buena, se convirtiese hasta tal punto en perversa. Yo te haré arrepentir de lo que has hecho. Usted me hará arrepentir de haberla amado: nada más. ¡Herminia!

Estaban en este momento en una preciosa calle de frondosos árboles, lejos de todas las miradas. Mauricio rodeó con el brazo el talle de su joven esposa y la atrajo hacia . Herminia, ruborizada, bajó sus hermosos párpados y con un movimiento de gracioso abandono, apoyó la cabeza en el hombro de Mauricio....

Pasó una noche muy agitada y por la mañana se encerró en su estudio y, de memoria, hizo un boceto de Herminia sobre el terraplén. Trabajó durante cuatro horas con ardor y cuando el criado vino á anunciarle que el almuerzo estaba servido, el cuadro se destacaba de un modo encantador. La cabeza solamente permanecía borrosa.

La invitó á que se paseara, diciendo: Toma el aire, anda. De otro modo caerás enferma, y ¿qué dirá tu marido cuando se decida á venir? Herminia no respondió y sonrió tristemente.

Como la víspera, la saludó sonriendo y dirigiéndose á ella como si fuese una antigua conocida, dijo: ¿Seré hoy más dichoso que ayer y podré llegar hasta la señorita Guichard? Herminia juntó las manos y dirigió á Mauricio una mirada suplicante. Hable usted más bajo, se lo suplico ... ¡Si nos oyeran, sería terrible! ¿Por qué?

Palabra del Dia

rigoleto

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