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Actualizado: 20 de junio de 2025
Mi cuerpo y mi corazon, dixo el rey á Zadig... Oyendo estas palabras no pudo ménos el Babilonio de interrumpir á su magestad, y de decirle: ¡Ouanto celebro que no hayáis dicho mi alma y mi corazon, porque no oimos mas voces que estas en las conversaciones de Babilonia, ni leemos libros que no traten del corazon y el alma, escritos por autores que ni uno ni otra tienen; pero perdonadme, Señor, y proseguid.
Gonzalvillo se separó de la puerta, y cuando Montiño iba á cerrarla, se le presentó de repente un hombre. ¡Eh! ¡esperad, señor Francisco, esperad! ¡pues á fe que me ha costado poco trabajo llegar aquí para que yo os suelte! ¡Ah! ¡señor Gabriel! ¿y qué me queréis? dijo el cocinero del rey, con mal talante Entrad, entrad, y decidme lo que me hayáis de decir.
Señor Francisco, no hablemos más de esto; dentro de dos horas estaréis en libertad. ¿Absuelto de la acusación?... es muy justo. No, absuelto no; se os pondrá en libertad bajo fianza, pero tendréis á Madrid por cárcel, y os guardaré yo; os juro que en el momento que queráis huir, os prendo. ¿Es decir, que me tenéis sujeto?... Cuando me hayáis servido, el proceso se rasgará.
Os perdono, porque los enamorados están locos... Vos me pagaréis, pero no me pagaréis en dinero... Llegará un día en que yo os diga: os he servido; servidme. Os serviré como me hayáis servido á mí. No hablemos más; estamos cerca de la casa donde para nuestro amigo don Francisco. Entraban á la sazón en la calle Ancha de San Bernardo.
Celebro en el alma, mi querido Javier, que San Petersburgo te guste y que guste también a Marta, así como que hayáis encontrado en la embajada agradables colegas. Se pondera mucho el encanto y la bondad de la embajadora y esto facilitará vuestra aclimatación.
Aquella carta estaba concebida en estos términos: «Mi buen Ruy Pérez Sarmiento: En el punto en que recibáis ésta, rasgad todas las diligencias que hayáis practicado en averiguación del delito cometido en la persona de don Rodrigo Calderón; proveed auto de libertad en favor de don Juan Téllez Girón y de don Francisco de Quevedo Villegas, y guardad esta carta para cambiarla por una provisión de oidor en la Real Audiencia de México.
El tío Manolillo puede ser que, por un interés que aún no podemos conocer, haya querido haceros creer que ese caballero ama á esa comedianta. No es posible habiéndoos visto á vos. A no ser que de tal modo le hayáis descorazonado... Yo no podía obrar de otro modo... y no me pesa, porque yo dominaré este amor que se me ha metido por el alma; le dominaré, os lo juro.
Dios junto a mí os ha puesto; Dios ha querido que, habiendo mi corazón repugnado siempre el amor, en él por vos haya caído en breves horas, y de tal manera, que a la locura del amor llegada, vuestra esposa me hayáis hecho y héchoos mi esposo ante Dios, que el juramento de nuestras almas ha oído; y Dios ha debido quererlo, porque yo no sé cómo, dolorida y desesperada por la eterna separación de la adorada madre mía, esto ha sido, o más bien ha sido por esto; que la yedra que pierde el árbol que la sostenía, si otro árbol encuentra próximo, a él vase y a él se estrecha con más fuerza que con la que al otro que perdió se asía; y pues yo soy la yedra y vos el árbol, y por el amor la yedra al árbol se une, no me hagáis temer, único apoyo y sustento mío, que en peligro me veo de que otra hacha enemiga el dulce arrimo a que llena de esperanza me he enlazado, me robe.
Catad, hermanos, si ha ya venido é non lo hayais acatado.
De improviso, silencio completo... Es que pasa furiosamente la masa de la tromba, cual rayo asolador, ensordeciéndoos, privándoos casi de la vista... Y al reponeros, observáis que ha roto en mil pedazos los mástiles, sin que lo hayáis visto ni oído.
Palabra del Dia
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