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Actualizado: 24 de junio de 2025


A las dos, mientras el Capitán y el chino relevaban a Van-Horn, a Hans y a Cornelio, descubrieron hacia el Oeste, pero a gran distancia, un punto luminoso que parecía brillar a flor de agua. ¿Será el fanal de algún buque? preguntó Hans. Me parece demasiado bajo dijo el Capitán, que observaba atentamente. ¿O alguna isla? ¿Será la barca de un salvaje? No; parece que la luz está fija, viejo mío.

¡Huíd! gritó el Capitán a los chinos de una de las chalupas, que parecían estar medio aturdidos. En seguida se embarcó en la otra, seguido de Horn, Hans, Cornelio y un joven pescador, que había logrado abrirse paso hasta ellos a arponazos. Empuñaron los remos y se alejaron a toda prisa, protegidos por los disparos de los dos jóvenes.

Aquellas palabras que significaban ¡paz! ¡paz! sonaban mal en boca de aquellos salvajes, que parecían dispuestos a caer sobre la chalupa con las armas en la mano. En vez de detenerse, el Capitán, Cornelio, Horn y el chino habían empuñado los remos y los manejaban furiosamente. Hans estaba en la barra del timón.

Vuestros sobrinos, que son muy buenos tiradores, se encargarán de tener a raya a los salvajes. Tienes razón, viejo mío. Si el alba nos sorprende lejos del campamento, estos tunos se nos echarán encima y tendremos que abandonar la caldera. ¡Hans, Cornelio!: os confiamos nuestra defensa. El primero que se acerque demasiado es hombre muerto dijo Cornelio . Mis balas van adonde yo las mando.

Turbaba con su pasión al músico y se sentía a su vez conmovida y transfigurada por el ambiente de fervor artístico que rodeaba al ilustre discípulo de Wagner. Las revelaciones de él, del Maestro, como decía con unción Hans Keller, fulguraban ante los ojos de la cantante, como el relámpago que transformó a Pablo en el camino de Damasco. Ahora veía claro.

Acercáronse rápidamente y se dirigieron al grupo que formaban los preparadores, los cuales parecían estar en rebeldía contra Van-Horn y Hans. ¿Qué significa este tumulto? gritó Van-Stael, deteniéndose entre la turba furibunda . ¿Por qué no se trabaja?

Van-Horn, con la caña del timón en la mano, la barba revuelta y los ojos muy abiertos, miraba sin pestañear las olas y trataba de evitarlas para que no los tomaran de través; Hans, Cornelio y el chino, pálidos y aterrados, se ocupaban en achicar el agua que entraba por las bordas de la chalupa. Van-Stael de vez en cuando los animaba con una palabra o con un gesto, y les preguntaba: ¿Tenéis miedo?

La Historia mira con bondad su hazaña. ¿Quién puede acusar al que triunfa?... El profesor Hans Delbruck ha escrito con razón: «¡Bendita sea la mano que falsificó el telegrama de EmsConvenía que la guerra surgiese inmediatamente, ahora que las circunstancias resultaban favorables para Alemania y sus enemigos vivían descuidados.

Y el pequeño Riffi no cesaba de cargar el fusil y de tirar con ardor sobre la masa de enemigos; y José Larnette, que tuvo la desgracia de que le alcanzase un tiro en un ojo; Hans Baumgarten, que resultó con un hombro maltrecho; Daniel Spitz, que perdió dos dedos de un sablazo, y otros muchos, cuyos nombres deben ser honrados y venerados por los siglos de los siglos, no dejaron durante un segundo de cargar y descargar sus fusiles.

Espero que esta lección les bastará por ahora. ¿Y después? ¿Crees que volverán? Sobre esto tengo mis dudas. Me inclino a creer que una de estas noches los tendremos encima, Cornelio. Conozco a los australianos y que son testarudos; pero nos encontrarán dispuestos a recibirlos, y no nos dejaremos sorprender. Volvamos, valiente muchacho. Van-Horn y Hans estarán intranquilos.

Palabra del Dia

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