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Actualizado: 24 de junio de 2025
¡Ya lo creo! ¡Y qué pan, señor Cornelio! dijo el piloto . Seréis el hornero, y nosotros los amasadores. Quiero ver ese milagro. Y yo dijo Hans. Ante todo busquemos para acampar un sitio más seguro y oculto dijo el Capitán . Los aires de estos lugares no son buenos para nosotros, y nos conviene un sitio donde podamos trabajar sin temor de que nos molesten. ¡Valor, muchachos!
Nos hemos salvado por milagro dijo el Capitán . ¿Tendremos que luchar hasta el alba entre estas olas, que parecen ansiosas por tragarnos? ¿Podremos resistir hasta entonces? ¡Tío! exclamó Hans . ¡Mira hacia allá! ¿Qué ves? Un resplandor muy vivo. ¿No lo percibes tú? ¿Un resplandor? ¿Tal vez el fanal de algún buque? No; más bien parece un incendio.
El entremés del Retablo de las maravillas, que sirvió á Piron de modelo para componer su Faux prodige, es inimitable y una verdadera obra maestra. Síguele inmediatamente La cueva de Salamanca, farsa muy divertida, fundada en el proverbio popular, de que sacó Hans Sachs Die fahrenden Schüler, y en que se funda la opereta francesa titulada Le soldat magicien.
Hay que intentar algo dijo el Capitán con resolución . Hans no puede soportar ya tantas privaciones. No me quejo, tío respondió el joven . Si tú resistes, yo resistiré también. No, pobre niño. Tú no tienes aún la resistencia de un hombre hecho. Esta noche iré a buscar agua. Te matarán, tío. Trataré de bajar sin que me vean. Yo te acompañaré dijo Cornelio.
Estaban ya a mil quinientos pasos de la cadena de peñas que limitaban la bahía, cuando los australianos, que hasta entonces los habían seguido andando a gatas, se pusieron en pie. ¿Se habían ya dado cuenta del exiguo número de sus enemigos y se decidían a asaltarlos? ¡Hans! ¡Cornelio! exclamó Van-Stael . ¡Estad muy prevenidos! Dos tiros de fusil le respondieron.
Tratarán de rendirnos por hambre. No, tío dijo Hans ; no esperarán tanto, pues veo que vuelven a la carga: ¡mira! Acercáronse todos a la puerta y vieron a los piratas avanzar por la explanada. Se deslizaban como serpientes amparándose en los matorrales. ¿Tratarán de cortar los horcones? preguntó Van-Horn, aterrorizado . ¡A ellos, señor Cornelio!
Preferiría que volviéramos a la playa, ahora que tenemos una caldera. Podríamos muy bien pasarnos sin la otra. ¡Oh, oh! exclamó Van-Horn . ¡A tierra todo el mundo! Oíase en el aire un extraño ruido que se acercaba rápidamente. Los cuatro holandeses se dejaron caer al suelo, aunque Hans y Cornelio ignoraban el peligro que les amenazaba.
¿Cuentas con los chinos, Hans?... ¡Buena tripulación de conejos!... ¡A los primeros disparos se esconderían en la estiba! Es que no veo tan fácil asaltar un barco. ¿Y cuando tengamos que saltar en tierra para colocar la caldera? ¿La caldera? ¡Ah, sí! Olvidaba que vosotros no sabéis aún lo que es la pesca del trépang. Todavía sois marinos de agua dulce.
Hans y Cornelio corrían de un lado a otro para apagarlas, mientras sus compañeros seguían disparando, aunque sin lograr contener a los asaltantes. Dos veces en el espacio de cinco minutos prendió el fuego en los bambúes y en las esterillas del corredor; pero, aunque con gran trabajo y recibiendo quemaduras, habían logrado los jóvenes apagarlo. Aquella lucha no podía durar mucho tiempo.
Aquella primera redada consistía en diez olutarias. ¿Qué moluscos son éstos? preguntaron Hans y Cornelio, que se habían agachado para observar mejor. Los trépang dijo el Capitán ; y de los mejores, muchachos. Parecen cilindros rugosos dijo Cornelio. Sí; pero con tentáculos añadió Hans. El Capitán tomó en la mano uno de aquellos moluscos y se lo enseñó a sus sobrinos.
Palabra del Dia
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