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Actualizado: 20 de junio de 2025
«No se asombre usted ni ponga esos ojazos prosiguió esta . Yo no he tenido ocasión de tirar por el balcón a la calle una felicidad, ni una ilusión, ni nada. Yo no he tenido lucha. Entré en este terreno en que estoy como se pasa de una habitación a otra. No ha habido sacrificio, o es tan insignificante, que no merece se hable de él.
A la mañana siguiente pude verlas en misa y hablé algunas palabras con ellas. En todo el día después no logré echarles la vista encima, ni en los pasillos de casa ni en el manantial. Al día siguiente, mientras estábamos bebiendo el agua, un coche las llevó a la estación para tomar el tren de Sevilla. A Sevilla.
Sólo dirigiéndome la palabra me honra Vd. ¿Había de pagarla con descortesía o ligereza? No se hable más del caso. Lo que quiero, es saber que no le he ofendido a Vd. Y le tendió amistosamente la mano. Ambos quedaron perplejos, y desde entonces fueron más reservados uno para con otro.
Me casé sin saber lo que hacía. ¡Qué angelito!... ¡sin saber lo que hacía! Pues qué, ¿casarse es un acto insignificante y maquinal como beber un buche de agua? ¿Puede alguien casarse sin saber que se casa?... Hija mía, ese argumento guárdelo usted para cuando hable con tontas, que conmigo no vale.
Un momento dijo el desconocido , ¿jura usted por el santo nombre de Dios y por el mártir de la cruz decir la verdad? Lo juramos. Hable usted, pues, señora. Habla tú dijo al pescador.
Le prometí mi ayuda en sus congojas, y casi bailó de gusto. Después llamé a Tona a mi gabinete y la hablé del caso.
Cecilia entra en su habitación dijo Ventura. Voy ahora mismo a hablar con ella. Todo terminará y quedará en secreto... No quiero que tú te comprometas, Gonzalo mío añadió echándole los brazos al cuello. Gonzalo hizo un gesto de desdén. No, no; no quiero. Es mejor que yo hable con Cecilia... Aguárdame un instante...
Llegó después de almorzar; pero en vez de presentarse arrepentido por lo que había hecho, comenzó otra vez a solicitarme de un modo más feo, más asqueroso que antes. Entonces le hablé como debía, recordándole sus deberes y la confianza que había depositado en él. No hizo caso.
¡No se mueva usted! y responda, dijo Roussel. ¿Dónde está la señorita Guichard? ¡No sé! señores, contestó Bobart gritando para llamar la atención sobre él. No comprendo vuestra insistencia.... Hable usted más bajo, dijo Mauricio, ó le llevo al salón inmediato y allí ... va usted á ver.
Y si por alguien se ha creído que yo puedo fraternizar con el escándalo, aunarme con la desfachatez y adherirme a la orgía, protesto indignado, que a muy otra cosa he venido aquí. Y creo llegado el momento de que se hable con alguna formalidad.
Palabra del Dia
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