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¡Rafaé! ¡Rafaé! gemía María de la Luz inclinándose sobre el herido. Y como si la desgracia le hiciese olvidar su habitual recato, faltó muy poco para que le besase en presencia de su padre. El caballo murió en la mañana siguiente, reventado por la loca carrera. Su dueño se salvó después de una semana transcurrida entre la vida y la muerte.

Al pasar junto á Robledo le saludó con la cabeza, haciendo asomar á su rostro la sonrisa de bondad protectora habitual en él; pero esta sonrisa se desvaneció inmediatamente. Los dos hombres habían cruzado sus miradas, y Fontenoy vió de pronto en los ojos del otro algo que le hizo retirar el antifaz de su sonrisa.

Como mi presencia no podía chocar allí en aquellos días en que la caridad no cesaba de llamar á las puertas de los náufragos, logré que el viejo pescador me recibiera mucho mejor de lo que yo esperaba de su rudeza habitual. Y ¿cómo se encuentra usted ahora? llegué á preguntarle. Con el Práctico á bordo desde ayer me respondió con su voz de siempre, aunque más premiosa.

me contestó, con su triste sonrisa habitual. ¿Y entonces... por qué no os habéis casado? ¡Ha muerto! exclamó Amparo. Y se cubrió el rostro con las manos y rompió a llorar. Pero de una manera desconsolada, como si su alma entera se exhalase en aquel llanto.

Cuando mejor os parezca: esta misma noche si queréis, respondió el joven capitán, recobrando su habitual sonrisa, disipada un instante por aquel relámpago de celos. Á propósito. Con los bagajes he traído hasta un par de docenas de botellas de Champagne, verdadero Champagne, restos de un regalo hecho á nuestro general de brigada, que, como sabéis, es algo pariente.

Su fresca boca, generalmente seria, se entreabría de cuando en cuando para lanzar por entre su blanquísima dentadura una pronta y alegre carcajada, que su encogimiento habitual comprimía inmediatamente; porque nada le era más repugnante que llamar la atención, y cuando esto le sucedía, se ponía de mal humor.

Hay que perdonarme que me gusten los elogios y que sea sensible a las dulces palabras. Es un defecto común a todas las mujeres. Habíamos llegado al sitio habitual de separarnos y me fui con Lacante y con su hija. A pesar de haber hecho las paces con Luciana, no estaba contento. La había encontrado dura en su defensa y fría en sus promesas. Ella, por su parte, conservaba un secreto descontento.

Apolonio se hubiera despeñado en la negra desesperación, a no estorbárselo, de una parte, la compañía habitual del señor Novillo, con que se distraía de los sombríos pensamientos y se le deparaba coyuntura de explayar la exuberancia del lastimado pecho, y de otra parte, más principalmente, el amor a la duquesa de Somavia, un amor cada día más exaltado, más puro, más imposible, más delicioso y novelesco. «Con estas dos vejigas decíase Apolonio me mantengo a flote sobre las borrascas de mi espíritu

Mas como al cabo nadie se presentaba con estas cosas en la mano a satisfacer sus votos, no tuvo otro remedio que ir bajando el diapasón, hasta que al fin sus coléricas protestas se fueron trasformando poco a poco en murmullo sordo y amenazador como el de los truenos lejanos. Y la tertulia recobró su dulce sosiego habitual. Pero quedó suspendido por aquella noche el juego de prendas.

Hacia el mismo tiempo desembarcaban en Angostura y Margarita tres cuerpos de tropas reclutadas en Inglaterra, mandados por Elsom, English y Uzlar, sirviendo esto á Bolívar para completar su plan de campaña, á cuya combinacion se consagraba seriamente y con su habitual actividad.