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Aquí apareció nuevamente el Maestro Burguillos, y hasta a su hija Antonia de Nevares, de edad de cinco años, hízola aparecer Lope como concurriendo a disputar los premios de la justa. Por este tiempo ya doña Marta de Nevares debe haber contraído la enfermedad a la vista, de que le resultó una ceguera incurable.

Hízola sentar a algunos pasos de la baranda, sobre el terrazo, y permaneció de pie, recostada sobre una de las columnillas que sostenía la galería. Miraba a la mar sobre la que continuaban pasando algunas luces intermitentes. Después de un largo silencio, alzó la voz nuevamente: Eres una loca, querida Juana dijo , eres una loca, como yo lo he sido, como lo somos todas en el principio de la vida.

Ella, sometida a hombre tan vulgar, había llegado a aprender su frío papel y lo representaba como una máquina sin darse cuenta de lo que hacía. Aquel muñeco hízola madre de cuatro hijos, uno de los cuales había muerto en la lactancia.

Doña Blanca procedió, pues, con inusitada blandura y exquisita prudencia; pero sin desmentir su carácter y sin faltar á su más importante propósito. No contenta con estar persuadida de la firme resolución que tenía Clara de tomar el velo, hízola prometer que profesaría. Y esto de suerte que la promesa no pareció arrancada por instigación de Doña Blanca, sino á su despecho.

Currita titubeaba en la elección de modelo, y Jacobo, con la autoridad delegada que ejercía en aquella casa como amigo íntimo de Villamelón y primo cuarto de la condesa, hízola decidirse al punto por uno cualquiera, el más barato... Currita obedeció sin hacer ninguna observación, sin replicar una palabra: conocíase a las claras que estaba supeditada por completo a aquel hombre, que él era allí el amo, y todos en la casa, desde Villamelón hasta Joselito, desde la Albornoz misma hasta la última fregona, obedecían servilmente sus órdenes, adivinaban sus deseos y amoldaban a sus caprichos sus gustos propios.

Hízola una fría reverencia y se fue, estremecido de espanto al considerar que quizás había arrojado todo el rico tesoro de sus cuitas en un hediondo basurero. Leticia le siguió con la vista; y si el pobre mozo hubiera vuelto la suya entonces, más grandes habrían sido sus terrores al leer lo que expresaban los ojos y el continente de su afectuosa consejera.

Josefina iba perdiendo el miedo. Aquel señor tan feo no era malo. Se atrevió a pedir agua. El barón respondió que no se estilaba en aquella casa, y que lo mejor que le vendría ahora para quitar el susto era una copita de Jerez. Hízola traer, y luego que la niña la hubo bebido, los dos campeones del rey legítimo se retiraron a un rincón de la sala a deliberar.

Los ojos de la muchacha se enrojecieron, su mano estrujaba el rojo mandil. Ramiro, en vez de ablandarse ante aquella humildad, enfureciose mayormente. Tomó de un hombro a Casilda e hízola girar con violencia, gritando: ¡Fuera de aquí la bellaca! Ella corrió hacia la puerta, y oyose al pronto sofocado gimoteo que se alejaba por la galería.

Y ante esta idea que la aterraba, la infeliz mujer, abrumada por el dolor y debilidad por la inanición, sufrió un ligero desvanecimiento. Hízola la marquesa tomar una taza de caldo y una copa de vino generoso, y poco a poco logró al fin tranquilizarla.

En la turbación en que aquella escena la había dejado, no se daba cuenta ella misma de sus lágrimas. El sonido del timbre en el vestíbulo hízola repentinamente contraer sus cejas; algunos momentos después la puerta se abrió para dar paso al señor de Monthélin. He sabido por el señor de Maurescamp que no salíais hoy y me he atrevido... Sois muy amable... Acercaos al fuego, pues.