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Actualizado: 1 de junio de 2025
He detenido mi cólera y dejo que tú pronuncies la sentencia. ¿Qué sentencia? preguntó Juan Claudio. El loco, sin contestar, prosiguió en voz baja y solemne: Henos los dos aquí, como hace mil seiscientos años, en vísperas de una gran batalla. En aquella ocasión, yo, jefe de tantos pueblos, fui a tu clan para pedirte que me franquearas el paso...
Henos en la pequeña población de Nare, punto final de los compañeros de viaje que se dirigen hacia Medellín, la capital del Estado de Antioquía. Allí nos despedimos al caer la tarde, después de haberlos depositado en un sitio llamado Bodegas, para llegar al cual hemos tenido que remontar por algunas cuadras el pintoresco río Nare, afluente del Magdalena.
39 Y Moisés dijo estas cosas a todos los hijos de Israel, y el pueblo se enlutó mucho. 40 Y se levantaron por la mañana, y subieron a la cumbre del monte, diciendo: Henos aquí [preparados] para subir al lugar del cual ha hablado el SE
Henos en Calais; aquel mar infame, que en 1870, en una larga travesía entre Dover y Ostende, me hizo conocer por primera y última vez el mareo, parece un lago de la Suiza. Piloteo a mis amigos del tren, atravesamos el canal en hora y tres cuartos, sobre un soberbio vapor, y tomamos de nuevo el tren en Dover.
Herminia cambió una mirada inquieta con Mauricio y salió. Puestos en presencia el uno del otro, el prometido y la tía se observaron un momento. Ambos estaban sonrientes pero sus fisonomías aparecían un tanto contraídas. La señorita Guichard tomó la palabra y dijo con voz firme: Mi querido Mauricio, henos ya en el día decisivo.
Henos aquí refugiándonos en las costumbres; no todo ha de ser siempre política; no todos facciosos. Por otra parte, no son las costumbres el último ni el menos importante objeto de las reformas. Sirva, pues, sólo este pequeño preámbulo para evitar un chasco al que forme grandes esperanzas sobre el título que llevan al frente estos renglones, y vamos al caso.
Un instante nos concertamos con el compañero, un joven alemán, para detenernos; nos bastó un minuto de reposo dando la espalda al torrente y con el corazón inquieto seguimos avanzando. Henos detrás de las aguas. Un ruido infernal atruena mis oídos, algo así como cien mil cañones disparados a un tiempo y sin discontinuar, y una honda y densa oscuridad me rodea.
Hasta la vista, caballero y señora. Y mi mujer me decia en voz baja: Sí, como tenga que esperarnos, bien tendrá tiempo de echarse en remojo. Bajamos sonriéndonos la brillante escalera, y hénos otra vez en la calle, camino del paseo del Palacio Real. Al incorporarnos á un obrero que venia hácia nosotros con su mujer, oigo que aquel hombre la dice: ¡Parbleu!
No vacilamos, y henos convertidos en soldados de caballería, prontos a incorporarnos al reducido, pero brillante ejército de San Roque. Comprendí que aquél era mi destino, y que para el fin que a Córdoba me llevaba, más me convenía penetrar en esta ciudad como soldado obscuro que como desalmado y andrajoso vagabundo.
Pero henos ya en lo alto del barrio de las Peñuelas y cerca de la meseta donde se alza el grandioso Colegio del Arzobispo..... Dejemos la pluma y cojamos el pincel.
Palabra del Dia
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