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Actualizado: 7 de julio de 2025
Viendo luego que Antoñona aguardaba con interés a que ella hablase, y deseando desahogarse con quien simpatizaba mejor con ella y más humanamente la comprendía, Pepita habló de esta manera: El padre vicario me amonesta con dulzura para que me arrepienta de mis pecados; para que deje partir en paz a don Luis; para que me alegre de su partida; para que le olvide. Yo he dicho que sí a todo.
¡Chist! murmuró el cazador, para que hablase más bajo . Tú subirás: yo me encargo de que subas. La protesta de Maltrana era la última resistencia del miedo, el retroceso del instinto ante aquella tapia sombría, tras la cual estaba lo ilegítimo, lo vedado, la amenaza del guarda con su escopeta sin misericordia.
Mandaron los doctores que por nueve días no hablase nadie recio en nuestro aposento, porque, como estaban huecos los estómagos, sonaba en ellos el eco de cualquier palabra.
Aunque no cuadraba a la dignidad aristocrática de aquella mujer ni mostrar angustia y terror en el semblante, ni pedir socorro a gritos, Morsamor, a la vez que sintió en el alma una jamás sentida y amorosa admiración y un irresistible impulso que hacia aquella mujer le llevaba, sintió también o más bien comprendió, como si un genio o espíritu invisible le hablase al oído, que aquella mujer se hallaba en el peligro más espantoso, y que él debía a toda costa libertarla y salvarla.
Esa vieja es mi madre, y debes hablar de ella con el respeto que merece. En cuanto á dinero, la pobre señora no puede enviar más. Miró Elena á su esposo con cierto desprecio, diciendo en voz baja, como si se hablase á ella misma: Esto me enseñará á no enamorarme más de pobretones... Yo buscaré ese dinero, ya que eres incapaz de proporcionármelo.
Consentir que te hablase de otro modo que como una hermana, era hacer traición a tu hermana y hacerte a ti muy poco favor. Pues ya está replicó la niña en tono desdeñoso. Pues no estará replicó doña Paula con enojo y levantándose. ¿Qué te has propuesto, vamos, di?... Mejor dicho, ¿qué os habéis propuesto? Debes suponerlo. Casaros, ¿verdad? preguntó en tono sarcástico.
Don Rosendo esperaba, como era natural, que le hablase del periódico. Nada: Maza no hizo la menor alusión a él. Esto comenzó a desconcertarle y a hacer violenta su situación. La conversación giraba de un punto a otro sin tocar en nada que se relacionase con la prensa. Al fin don Rosendo, algo acortado y enseñando toda la pasta de sus dientes, le dijo: ¿No ha recibido usted El Faro?
Háblase en esa producción de "una joven dotada de belleza nada común, cuyo destino fué llevar la letra A en el cuerpo del vestido, á la vista de todo el mundo, y aun de sus mismos hijos, quienes sabían lo que esa letra significaba.
Su afán de saber se despertó como nunca, comparándose con el Padre y notando cuán ignorante ella era: y, aunque el Padre no hacía ostentación de su ciencia, ella le excitaba a que hablase, con mil preguntas, a las que el Padre, por más que por modestia lo repugnara, tenía al fin que responder.
El conde se puso repentinamente serio, llevose la mano a la frente y replicó al cabo de unos momentos con acento sombrío y como si se hablase a sí mismo: Fatigado, sí; ésa es la verdadera palabra... ¡Muy fatigado!... La fatiga me sale por los poros. Guardaron ambos silencio. El conde quedó entregado a una intensa meditación que trazó en su frente arruga profunda.
Palabra del Dia
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