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Pronto se marchará usted. Desnoyers no tardó en convencerse de que había algo de cierto en tales murmuraciones. Madariaga era de un carácter insufrible; pero tocado de cierta simpatía por el francés, procuraba no molestarlo con su irritabilidad. Es una perla ese gabacho decía, como excusando sus muestras de consideración . Yo lo quiero porque es muy serio.... Así me gustan á los hombres.

No me gustan los acompañamientos... y más por esos sitios... ¿No ve usted que todo el mundo me conoce, y se reirían al verme con un señorito? Andrés dijo que al primero que se riese le rompería la cabeza. Rosa sostuvo que no había motivo, que cada cual podía reírse cuando bien le antojara. La fuente estaba un poco apartada del camino, en una hondonada sombreada de arbustos y zarzas.

Y me los arrebataba; los leía en voz baja, sonriente y ruborosa, mientras yo, colocado a su espalda, la iba siguiendo en la lectura. ¡Bonitos! exclamaba. Pero todas estas cosas me gustan más cuando me las dices sin pensarlas. No por qué, pero los versos me parecen siempre ¡graciosas mentiras! Doblaba la hoja, se la guardaba, y me señalaba un asiento: Aquí, cerca de .

A me gusta ser muy claro en mi vida; he sabido siempre en casos semejantes lo que otros arriesgaban y lo que yo mismo ponía en riesgo. Por fortuna, ni de una ni de otra parte se exponía nada muy preciado. Me gustan las cosas que se deciden prontamente y en igual forma se desenlazan. La felicidad, la verdadera dicha, es en una leyenda.

Hombre, repíteme eso que es muy bonito, y quiero aprenderlo de memoria para decírselo a mi papá esta noche al tiempo de cenar. A mi papá, que es muy liberal, le gustan estas cosas.

Allí la riqueza está en todas partes, y sin necesidad de anunciarse con ostentación, todo el mundo la ve y la siente. Y las mujeres, ¿te han gustado? preguntó la condesa. Regla general contestó Rafael : todas las mujeres me gustan en todas partes. Las jóvenes porque lo son; las viejas porque lo han sido; las niñas porque lo serán. No generalices tanto la cuestión, Rafael; precísala.

Lo demás es polvo que el viento disipa. Elena al Padre Jalavieux. Estoy asistiendo a una bonita novela que espero terminará por una boda entre Luciana Grevillois y el señor Lautrec. Es visible lo que se gustan mutuamente y no me ocurre qué podría impedirles casarse. Luciana no tiene fortuna, pero creo que él tiene bastante para dos.

No soy tan ambiciosa; no me gustan las nulidades, y nada más. Nadie se considera como una nulidad. Candore, en particular, tenía una buena opinión de mismo y no retuvo de esta conversación más que la parte halagüeña: La joven americana no temía la madurez.

A tu primo no le gustan más que las casadas. ¡Valiente tuno! dijo Fortunata moviendo la cabeza, como quien comprende tarde lo que debió de comprender antes. Estos solterones vagabundos y ricos son así... Están viciosos, estragados, mimosos; y como se han acostumbrado a hacer su gusto, piden mediodía a catorce horas.

Por fin hubo de salir por este registro: «Eso de que me ocupe o no me ocupe, no eres quien lo ha de decidir. ¿Pues qué? ¿Han tocado ya a emanciparse? Estás fresca. ¿Crees que se te va a tolerar ese cantonalismo en que vives? ¡Me gustan los humos de la loca esta!... Ya te arreglaré, ya te arreglaré yo».