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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Pepita Jiménez, que ha sabido por mi padre lo mucho que me gustan las huertas de por aquí, nos ha convidado a ver una que posee a corta distancia del lugar, y a comer las fresas tempranas que en ella se crían.
No, esas flechas no; una de aquellas, tres plumas por banda y punta estrecha y larga. Esas son las que á mí me gustan, marrullero, dijo Simón. ¿Estáis pronto? preguntó el ballestero, poniendo cuidadosamente en su arma un grueso dardo.
Y digo de conveniencia, porque en sus expansiones con el coronel solía decirle: «Me gustan los liberales porque con ellos hablan todos y de todo cuanto les da la gana. No estoy yo, como los otros, porque sólo hablen de ciertas cosas los que lo entienden.» Instalado Simón en su pueblo, como sabemos, se guardó muy bien de ocuparse en otra cosa que en su familia y su negocio.
No le gustan... repitió Lucía, como si aquel pronombre no pudiera aplicarse sino a una persona sobreentendida, pero no nombrada. Añaden que, eso sí, es un hijo como pocos... a su madre la trae en palmas. Ella cuentan que es una señora muy fina, de la aristocracia francesa... muy delicaducha de salud, y aun creo que allá en sus juventudes....
¿Es verdad que a usted... que a usted...? El director buscaba palabras. ...¿Que a usted le gustan las negras? ¡Sí, excelentísimo señor! El director miró con ojos asombrados a Kotelnikov, y preguntó: Pero vamos... ¿por qué le gustan a usted? ¡Ni yo mismo lo sé, excelentísimo señor! Kotelnikov sintió de pronto que el valor le abandonaba. ¿Cómo? ¿No lo sabe usted? ¿Quién va a saberlo, pues?
Cuál era esta misión, es cosa que no sabía á punto fijo. Los jóvenes como aquél no gustan de concretar las cosas porque temen la realidad; creen demasiado en la predestinación, y engañados por la brillantez del sueño, piensan que los sucesos han de venir á buscarlos, en vez de buscar ellos á los sucesos.
A miss Darling no le gustan los jóvenes; me ha expuesto sus teorías sobre esto... Encontrará entonces, acaso, que lo eres demasiado dijo el anciano con ligera ironía. En fin, no es su opinión probable lo que yo quiero conocer, querido tío, sino la tuya respondió el diplomático con alguna impaciencia. Te lo repito, amigo mío; no he encontrado comparable con miss Darling más que una persona.
¡Vivan las Cortes! gruñó Lombrijón batiendo palmas con el ritmo de la malagueña . Lo que igo es que un ruedo de muchachas bailando, con un par de guitarras y otros tantos mozos güenos y un tonel de lo de Trebujena que dé güelta a la reonda, me gustan más que las Cortes, donde no hay otra música que la del cencerro que toca el presiente y el romrom de los escursos.
Se llama don Simón de los Peñascales; es de arraigo, como a usted le gustan los hombres; tiene treinta mil duros de renta, y además mucho talento. ¡Ya, ya! gruñó por toda respuesta el tabernero.
¿Es humildad, o es que le sabe mejor así? preguntó sonriendo el P. Gil. Obdulia soltó la carcajada. Es usted mi confesor y no puedo decirle mentira. Me gusta así mucho más... Es de las pocas cosas sucias que me gustan. Eso último tampoco es humildad dijo el confesor sin dejar de sonreír.
Palabra del Dia
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