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Actualizado: 7 de junio de 2025
Hasta los de misa habían volado, y tras ellos, o antes que ellos, gemelos de teatro, guantes en buen uso, y una jaula sin pájaro. Por otro estilo, y con organismo totalmente distinto del de su hermano, la niña daba también mucha guerra. Desde los doce años se desarrolló en ella el neurosismo en un grado tal, que las dos madres no sabían cómo templar aquella gaita.
Ni la irregularidad del vestir encubría, antes bien, patentizaba, la distinción de la persona: cuantas prendas componían su traje eran ricas en su género; inglés el paño, holanda la tela de la camisa, de primera el calzado y guantes.
Ni una sola vez te has acordado de mí en tanto tiempo... Pero no te acerques tanto. Cuidado, no me tomes la mano. Parece que tienes fuego dentro de los guantes. Doña María nos observa. Yo no sé disimular como tú.
Y así sucedió en efecto: a todos pareció muy chic aquel nuevo capricho, y a la noche siguiente se veían por todas partes en el teatro trajes de dos colores diversos con guantes de dos colores distintos. El debut de Miss Jesup alcanzó una ovación ruidosísima, y sólo hubo que lamentar un chistoso ridículo.
Por lo que hace á los guantes, que habían paseado por Madrid durante cinco abriles su demacrada amarillez, puede asegurarse que la alquimia doméstica tomaba mucha parte en aquel prodigio.
Pero vamos a otra cosa: ¿y por qué debías mes y medio en la posada cuando no hace uno que te he dado veinticinco duros? Mendoza tampoco contestó. Este problema te lo voy a resolver yo. Consiste en que tú, en vez de pagar la posada, gastas todo el dinero en levitas, sombreros, guantes, corbatas, etc., etc.
Jacobo creyó llegado el momento de dejar este tono humorístico, tan peculiar a los españoles hasta en los más graves asuntos, y se dispuso a entrar en materia; colocó los guantes que se había quitado sobre la mesa del secrétaire, y apoyando en ella ambos codos y dando vueltas al magnífico brillante que en uno de sus meñiques tenía, comenzó a decir mirando sus reflejos: Mira, María... Me alegro de tratar contigo este asunto mejor que con Elvira, porque eres una mujer de mundo y sabrás comprender mi situación y ponerte en mi caso... Elvira es un ángel... con alas de cisne; tú eres también un ángel, pero con alas de águila...
Recibí un alegrón y casi no almorcé, con el afán de ir a visitarle y poner en ejecución mi proyecto. Tan luego como engullí el último bocado y pasé por el cuarto para recoger el bastón y los guantes, abrí la cancela y me dispuse a salir a la calle.
Don Matías varias veces le prometió llevarla al teatro, y luego, para demostrar su autoridad sin duda, hacía como que se olvidaba de su promesa y dejaba a la muchacha llorando. Todos los domingos, después de almorzar, don Matías, con su levita, sus guantes, su sombrero de copa y sus botas siempre crujientes, se marchaba al Casino Moderado, y no volvía hasta el anochecer.
Si la escultura representa la eternidad, puede decirse que D. Ramón de Campoamor ha entrado en ella como si no fuera a permanecer más que unos breves instantes. Ha entrado de paso en la eternidad, con unas botas de cartera, y ha dejado al alcance de la mano, para cuando llegue el momento de retirarse, su chistera de mármol y sus guantes del mismo material.
Palabra del Dia
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