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Actualizado: 6 de julio de 2025


Los paseantes se abstenían de dar la vuelta en redondo a la cubierta y volvían sobre sus pasos para no turbar las conversaciones de las damas. Sólo algún gringo despreocupado o de egoísmo insolente pasaba sobre sus gruesos zapatos por entre los sillones, sin darse la pena de entender el significado de las miradas furiosas que despertaba su atrevida presencia.

¡La tía Liette! Al decir estas tres palabras, profundas como una oración, Carlos veía surgir en el alba melancólica del regreso la querida imagen luminosa y serena que iluminaba todo su pasado y todo su porvenir. Era una cara joven, tranquila y sonriente bajo sus gruesos rizos negros, que acechaba su primer despertar, sus primeras palabras y sus primeros juegos.

Apodérase la fiebre de todo su ser, métese en cama... Al cabo de veinticuatro horas encuéntrase el esposo á su lado. ¿Quién le ha avisado? Ella no. Una manecita, con caracteres muy gruesos, ha escrito lo que sigue: «Querido papá: venid cuanto antes. Mamá está en cama. El otro día la decir: ¡Si le tuviese á mi ladoHelo aquí: ya está buena. ¡Hombre feliz!

Cállate, Nolo. no comprendes. Belarmino es un grande hombre. Y Apolonio, él es también un otro grande hombre. Yo quiero mostrarles cuánto les amo y les admiro. Es por esto que les llevo estas gruesas tartas de Pascua y las gruesas fuentes de natillas, y muchas de docenas de gruesos pasteles, como los otros años, ¡tantos!, en este mismo día.

Al abrirse el último rastrillo, experimentó una impresión de frío y de tristeza; vio de un golpe las naves enormes, las galerías superpuestas, y en ellas las puertas de las celdas con gruesos cerrojos. Un silencio de tumba pesaba sobre la población invisible. La luz cenital de las monteras de cristales se ensombrecía al descender, adquiriendo la vaguedad crepuscular de las bodegas.

Su boca es pequeña, aunque de labios un tanto gruesos; sus pómulos pronunciados; la frente deprimida; los dientes pequeños y ligeramente coloreados por los jugos del buyo, y mórbidas y correctas sus formas, según podemos ver bajo la transparencia de su rica camisa de piña. Angué viste un costoso traje.

Sus manos, cubiertas con guantes gruesos de lana de color verde claro, se apoyaban en un enorme garrote de serbal lleno de nudos. Iba vestido con un largo capote de paño pardo; cualquiera hubiera creído que era un ermitaño. Cada vez que se levantaba un rumor de algún lado, el señor Jerónimo volvía lentamente la cabeza y se ponía a escuchar, frunciendo las cejas.

La noche de nuestra llegada hubo su correspondiente baile en la casa del Gobernadorcillo, y en ella vimos reflejarse la riqueza del pueblo. Había india que lucía valiosas perlas y gruesos brillantes; llamando sobre todo nuestra atención, lo extremadamente largo de las colas de sus ricas sayas. Las quintas y elecciones se hicieron en el camarín que sirve de escuela.

El hijo de la señora Angustias era conocido por el Zapaterín entre sus desarrapados amigos, y mostrábase satisfecho de tener un apodo, como casi todos los grandes hombres que salen al redondel. Por algo se empieza. Llevaba al cuello un pañuelo rojo que había sustraído a su hermana, y por debajo de la gorra salíale el pelo amontonado sobre las orejas en gruesos mechones, que se alisaba con saliva.

A menudo el pan nos faltaba; pero ¡qué días tan felices!» Y acudían a su memoria trozos de antiguas canciones de aquel tiempo. Al acercarse a la peña rojiza, en la que se hallaban gruesos cantos blancos y negros incrustados, y que se inclinaba hacia el precipicio como la bóveda de una inmensa catedral, Luisa y Catalina se detuvieron extasiadas.

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