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Actualizado: 25 de junio de 2025


Maripepa se había puesto colorada, porque en el fondo no le parecía mal para marido aquel joven derrengado. Bartolo dejaba escapar gruñidos de disgusto. Cuanto venía de la boca de Regalado le parecía execrable. El coro reía. No por qué se enoja la tía Jeroma repuso el mayordomo. ¿Tiene algo que decir de la novia? ¿No es limpia? ¿no es honrada? ¿no tiene manos de oro para el trabajo?

Cuando me vió seguir su cuerdo consejo y empezar á subir la cuesta, lanzó dos ó tres gruñidos de satisfacción, me acompañó con la mirada durante algún tiempo y después se marchó tranquilamente, contenta por haber hecho una buena obra. Confieso que estaba yo menos contento y hasta profundamente humillado.

Su diligencia pasmosa trocábase en dejadez; y como las madres la reprendieran, no les respondía nada cara a cara; pero en cuanto volvían la espalda, dejaba oír gruñidos, masticando entre ellos palabras soeces. A este periodo seguía por lo común una travesura ruidosa y carnavalesca, hecha de improviso para provocar la risa de algunas Filomenas y la indignación de las señoras.

La muchacha siguió avanzando sin intimidarla los gruñidos amenazadores del perro. ¿Qué tienes, pobrecita? le preguntó Juanito. ¡Ah, señorito, qué desgracia tan grande para ! exclamó la mendiga con los ojos arrasados en lágrimas.

El Mosco sonreía unas veces; otras contestaba con gruñidos de mal humor. Había noches magníficas, en las que caían dos o más corzos, que a aquellas horas estaban ya desollados y descuartizados, vendiéndose ocultamente entre los vecinos de Tetuán.

En torno de una mesa vio sentados a sus tres compatriotas, los graves y honrados comerciantes que le regalaban buenos consejos. Saludo a sus respetables firmas sociales dijo tomando asiento junto a ellos. Pero como interrumpía una conversación interesante, sólo mereció varios gruñidos a guisa de saludo.

Si estuvieras aquí sería otra cosa; ya sabes cuánto te quiere; habría menos gruñidos y menos regaños; los altares tendrían manteles limpios, y las albas menos rasgones; me leerías algo todas las noches, aunque fuera para que los libros no se estuvieran arrumbados en el armario; jugaríamos un partido de ajedrez, y la vida de este cura sería menos fastidiosa en este destierro.

Miró y no vio nada en la negra boca. Oía, , los gruñidos de Choto que corría por la vertiente en derredor, describiendo espirales, cual si le arrastrara un líquido tragado por la espantosa sima. Trató de bajar Teodoro y dio algunos pasos cautelosamente. Volvió a gritar, y una voz le contestó desde abajo: Señor.... Sube al momento. No recibió contestación. ¡Que subas!

En la Campada se recibió la misma historia, con nuevas ilustraciones, a las dos; y todos los Carreños cayeron sobre ella como una piara de cerdos sobre un costal de patatas: a dentellada limpia entre gruñidos de placer. Los Vélez, que lo supieron a las dos y media, lo tomaron en tono muy diferente.

Adivinaban los dos amigos su labor mental en la contracción de su frente, en los gruñidos sordos que dejaba escapar, como un eco del monólogo interior. De pronto saltó de la reflexión á la palabra, sin preparación alguna, continuando en voz alta el curso de sus razonamientos.

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