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Actualizado: 25 de junio de 2025


Un torrente de palabras, de gruñidos, de sucias interjecciones que expresaban demasiado a lo vivo su disgusto, se escapó de sus labios. Arrojó con furia el cigarro, que en él era signo de gravísima preocupación. Amparo, viéndole tan excitado, se rindió a la evidencia, y preocupada también por el caso le dijo: Quizá no te la hayan robado. Puede ser que la perdieses.... ¿Dónde has estado?

Por desgracia, el duque, como todos los oráculos antiguos y modernos, se expresaba siempre que se le consultaba, de un modo ambiguo. Respondía a menudo con gruñidos que nadie sabía si eran de afirmación, de negación o de duda. Las frases que de vez en cuando se escapaban de su boca entre el cigarro y los labios húmedos y sucios eran oscuras, cortadas, ininteligibles en muchos casos.

Esos seres no saben andar, y algunos de ellos no han sabido aprender el arte primordial de llevarse la comida á la boca: se les da de comer, se les ceba, y cuando notan que el alimento ingerido baja al estómago, exhalan ligeros gruñidos de contento.

La Nela sintió escalofríos al verse acariciada por Choto. El generoso animal, después de saltar alrededor de ella, gruñendo con tanta expresión que faltaba muy poco para que sus gruñidos fuesen palabras, echó a correr con velocidad suma hacia Aldeacorba. Creeríase que corría tras una pieza de caza; pero al contrario de ciertos oradores, el buen Choto ladrando hablaba.

Pero observé al cabo de pocos días que, aunque tomaba y soltaba con indiferencia distintos trozos de ópera y zarzuela deshaciéndolos y pulverizándolos entre resoplidos y gruñidos, el pasaje que con más ardor acometía y más a menudo, era uno de Los Puritanos; me parece que pertenecía al aria de barítono en el primer acto.

La ira y displicencia trocáronse al punto en blandura y mimo. No tardó en presentarse el síntoma más claro de la sedación, que era un vivo arrepentimiento de todo lo que había dicho y la vergüenza de recordarlo, pues no significaban otra cosa los gruñidos, y el quejarse de imaginarios dolores.

Entró a poco el médico, acompañado del fondista, y Diógenes los recibió chanceándose con el primero, dirigiendo al segundo cariñosos gruñidos, expresivas miradas de sus ojos inyectados en sangre, que no carecían de ternura e iban a demostrar la gratitud que le inspiraba su caritativa conducta.

Palabra del Dia

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