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Actualizado: 10 de junio de 2025
Luego me dice el brigadier: el que no quiera ser injusto con la Francia, no debe venir á este infame y grotesco espectáculo. Si viene aquí, tiene que ser injusto por necesidad; tiene que creer que Francia es una horda civilizada, porque no se concibe que tamaña degradacion de los sentimientos cristianos pueda caber en la conciencia de un gran pueblo.
Y el tío Ventolera reía con su risa de niño al recordar este detalle grotesco de la gran victoria de Riquer. Luego, al ser conducido «el Papa» a la isla, las gentes de la ciudad y los payeses acudidos en tropel lo miraban como un animal raro. ¡
Y para expresar su entusiasmo con más viveza, arrojó el grotesco sombrero en un charco, salpicando a todos de barro. El empleado del fielato saludó a las jóvenes con un tono de zumba paternal: Que seáis buenas... Cuidadito con perderse... Las dos pasaron adelante sonriendo, sin contestar a los saludos mas que con movimientos de cabeza. La pequeña habló al alejarse.
Debe ser de lord Lewis sigue diciendo . Cuando le va mal en el Casino, sube á ver á su sobrina. Su Alteza sabrá seguramente que, con la muerte de lady Lewis, él es ahora lord... verdaderamente lord. Levanta el príncipe sus hombros. ¡Vanidades humanas en este lugar, que da á todas ellas un carácter grotesco!...
Así, Ariosto, por ejemplo, no sería por su afición á lo moral y á lo decente, sino por estas reglas de estética, más ó menos reflexiva ó irreflexivamente percibidas, por lo que no cuenta con circunstancias íntimas lo que pasa entre Angélica y Medoro; pero cuando quiere dar en lo grotesco y provocar á risa, lo cuenta todo sin aprensión.
El pertenecía a esta legión de desgraciados, cuyas quejas no encontraban eco, que imploraban el pan con el rubor y la timidez de su levita raída, que hacían reír con lo grotesco de su miseria, sin infundir miedo como los obreros manuales.
Y en el marco de una puerta apareció un espantable y grotesco personaje, un mascarón negro y rojo. Su avance entre las mesas fue acompañado de grandes risotadas y movimientos de repulsión de las señoras, que evitaban su contacto. Vestía una túnica negra, una especie de sotana con ancha faja de algas verdes, de la que pendían numerosos pescados crudos y sanguinolentos, procedentes de la cocina.
Muertos de risa los demás, le cogieron por los cuatro remos para llevarle a la cama, y él iba cantando el Kirie eleisón con voz de sochantre, y los demás riendo y vociferando, de lo que resultaba el más grotesco cuadro y música que se pudiera imaginar. «¡Cuánta grosería! ¡Qué gente tan ordinaria!» exclamó Isidora.
Novoa, hombre simple en sus gustos, que no podía comprender el amor mas que ordenadamente, dentro de la regularidad de una equivalencia de edades, rió de este apasionamiento del oficial como de algo grotesco. ¡Qué absurdo! ¡Enamorarse de ese modo de una mujer que casi puede ser su madre!... El príncipe se estremeció al oir esto, mirando fijamente á su acompañante. No; no sabía nada.
Para no dormirse, leía a la luz de su linterna los libros que podía encontrar en las Claverías: fríos tratados de Historia, en los que la Providencia desempeñaba el principal papel; vidas de santos, que le divertían por su crédula sencillez, rayana en lo grotesco, y aquel Quijote de los Luna que tantas veces, había deletreado de pequeño, y en el cual creía encontrar algo de la frescura de la niñez.
Palabra del Dia
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