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Actualizado: 30 de abril de 2025
Los pescadores gritaron «Bilbao será su nombre». Y el gabarrero miraba al pequeño y á las dos mujeres que le escuchaban atónitas, admirando su sabiduría del pasado. El tiempo trajo grandes modificaciones en la familia. Pepe, que había terminado su carrera en compañía de Matías Iriondo, hijo de un vecino, se embarcó en un vapor que hacía viajes á Inglaterra.
El buque pasaba entre ella y la costa lejana. ¡Los lobos! ¡los lobos! gritaron de un extremo a otro del paseo. Y corrían los niños, sintiendo la emoción de los cuentos maravillosos que infunden pavor, y tras ellos las criadas, las madres, todas las mujeres, con una curiosidad igual a la de los pequeños.
Apenas llegaron á orillas del río, cuando un Chiquito con algunos otros, se adelantó, y descubriendo una canoa que venía hacia ellos, se escondieron detrás de algunos matorrales, creyendo ser los infieles que buscaban; mas observando que era un negro con dos indios, que andaban pescando, gritaron los compañeros del Chiquito: ¡Mamalucos! ¡Mamalucos! y se pusieron en fuga precipitada.
¡Ea, ea, al monte! gritó en aquel momento Obdulia desde la huerta ¡al monte, al monte! a despedirse de los árboles.... Visitación azotó con fuerza las teclas violentando el compás de su polka... y en seguida cerró el piano con ímpetu: ¡Al monte! ¡al monte! gritaron de arriba y de abajo.
En seguida convinieron en preguntarle si pensaba en casarse. ¿Eeeeh? No dijo resueltamente. ¡Bravo!, ¡bravo! gritaron los hombres. ¡Qué hombre tan empedernido! chillaron las mujeres. Uno de los pollos propuso que se le preguntase si continuaba con la misma afición a las criadas. Las señoras quisieron oponerse, pero no hubo remedio. ¿Eeeeh? Sí. Gran algazara en el grupo.
Ninguna se consideraba completa si Fuentes no daba al menos una vueltecita por ella. ¡Oh, Fuentes! ¡Oh, Fuentes! gritaron todos viéndole aparecer. Y una porción de manos se extendieron para saludarle.
La osadía del negrito no conocía límites, y extendió sus manos pringadas hacia aquella señora tan maja que le miraba tanto. «Quita allá, demonio... quita allá esas manos» le gritaron. Viendo que no le dejaban tocar a nadie, y que su facha causaba risa, el chico daba patadas en medio del corro, sacando la lengua y presentando sus diez dedos como garras.
Empezó á hacerles señas y á enviarles besos con la punta de los dedos, que los niños se apresuraban á devolver por el mismo procedimiento. Cansado de la mímica, les dijo esforzando la voz: ¿Queréis una flor? Los chiquillos gritaron «sí, sí», moviendo la cabeza afirmativamente hasta descoyuntarse.
Un movilizado que marchaba a la cabeza, recibió una bala en el pecho y cayó. Hubo un momento de confusión y duda. «¡Adelante, adelante!» gritaron los oficiales. Los hombres pasaron por sobre el cuerpo de su camarada, y bajo una lluvia de balas entraron en la aldea.
Aquella nueva y repentina irrupción pareció sorprender mucho a la señora de la casa. ¿Qué ocurre? ¿qué es esto? exclamó con voz alterada. ¡Un niño! ¡un niño! gritaron varios a un tiempo. Acabamos de encontrarlo en el portal manifestó Manuel Antonio, que ya se había apoderado del canasto, presentándolo. ¿Quién lo ha dejado ahí?
Palabra del Dia
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