Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 4 de mayo de 2025


Quiere levantar la cortina, pero ésta no cede; parece sólidamente sujeta al marco de la puerta. ¿Quién es? grita la voz de Martín. ¡Yo, Juan! ¡No entres! Juan se estremece. Aquel «no entres» le ha atravesado el pecho como una puñalada. Cuando se trata de estar junto a la que sufre, de llevarle el consuelo y la paz, le gritan: «¡no entres

Se parece a : yo creo que por esto me he venido a morar junto a ella. Ya te he dicho que es un estruendo grande de cosas mundanas el que la rodea; ahora añadiré que bajo sus portales, casi en su mismo recinto, hay unas tiendas de máquinas de coser y de paraguas. Además, junto a ella hay un gran salón donde gritan y corren jugando a la pelota.

Y a todas horas, por todas las calles, van y vienen viejos, con sus caperuzas y zahones, montados en asnos con cántaros; viejos encorvados, viejos temblorosos, viejos cenceños, viejos que gritan paternalmente a cada sobresalto del borrico: ¡, buche!... ¡, buche! La plaza es ancha.

¿Quién gritaba? dijo el capitán, A los que gritan. Prender á los que gritan. Lázaro quiso huir; pero el brazo vigoroso de un soldado le detuvo fuertemente. Prender á los que gritan. Este es el predicador. ¡A ese! Lázaro pasó de una mano fuerte á otra fortísima. Apenas se daba cuenta de que le habían prendido. Creyó que le soltarían en seguida, é intentó desasirse, aunque inútilmente.

Sintió que era impotente para luchar con aquel apetito de venganza. Toda su filosofía despiadada, indiferente, se había ido a pique. El mundo dejó de ser pura representación; se convertía en realidad innegable; la vida adquiría el valor absoluto que tiene para todo ser finito. Era forzoso, a despecho de la razón, satisfacer los instintos animales que gritan en el fondo de nuestro ser.

Los que han venido sólo por mirar obran, patalean, gritan, y encuentran que la carnicería es demasiado lenta. Finalmente, circunscriben el espacio. La hormigueante masa de heridos, muertos, moribundos, se concentra en un solo punto: saltos convulsivos, golpes furiosos: el agua chorrea, y el rocío enrojecido... Y esta escena ha hecho subir de punto la embriaguez.

Esteven se enfadaba entonces; calumnias de la oposición: cuatro perdidos que gritan, porque no se les ha tapado la boca con un empleo. ¡Si en este país no sale a luz medida administrativa alguna, sin que la malicia la vuelva de todos lados, para encontrarle el secreto o el quid que necesariamente debe encerrar!

EL SACERDOTE. Debe usted sufrir mucho... apóyese en . ¡Ay! ya estamos bien cerca de... EL GITANO. Del término de nuestro viaje, es cierto. MUCHAS VOCES. ¡Muera el perro! ¡muera! ¡Que le partan en pedazos! EL GITANO. Cómo gritan... EL SACERDOTE. , pero piense usted... EL GITANO. ¡En la muerte! ¡Para qué! ahí está el amigo del chaleco rojo que ya piensa por .

Ellos suben y bajan por las cuerdas, y se van enroscando hasta que la cuerda está a la mitad, y luego se dejan caer. Echan la cuerda a volar, lo mismo que un columpio, y se sujetan de una mano, de los dientes, de un pie, de la rodilla. Rebotan contra el palo, como si fueran pelotas. Se gritan unos a otros y se abrazan.

Semejantes a los Fuertes de los días antiguos, viven en sus torres de piedra, de hierro y de cristal, los hombres de Manhattan. En su fabulosa Babel, gritan, mugen, resuenan, braman, conmueven la Bolsa, la locomotora, la fragua, el banco, la imprenta, el dock y la urna electoral.

Palabra del Dia

commiserit

Otros Mirando