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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Adelantóse Zamora Y sugetando la rienda Pidió parte en la contienda Con altanera atencion. Todos á una voz gritaron «Que entre Zamora y Obando». Y entonces el pato tomando Zamora con él salió. Picaron todos de espuelas Galopando á rienda suelta Queriendo tomar la vuelta Del ginete vencedor; Mas en vano corren, vuelan, Gritan, pegan, forcejean, Y resudan, y espolean, Y le siguen con furor.

Preséntase la Razón para despertar á la Memoria, y las dos juntas gritan al Alma que vuelva; pero no se oyen sus voces con el ruido de los marineros, ocupados en levar el áncora.

M. Andrieux dividía á los comediantes en tres grupos: los que «cantan», los que «gritan» y los que «hablan». Vulgarmente, los artistas dramáticos empiezan «gritando» sus papeles. Esto suele indicar exceso de facultades, y también emoción, falta de imperio sobre .

Infeliz de la que, fiada en un engañoso recado, se aparta de su taller un minuto; a la vuelta le falta su silla, y vaya usted a encontrarla en aquel vasto océano de sillas y de mujeres que gritan a coro: «Atrás te queda.

Y si le hace bueno, será traducido, gritan a una voz sus amigos.

Se ve en el cuadro los moros que entran a escape en la ciudad, con los caballos tan locos como ellos, y ellos disparando al aire sus espingardas, tendidos sobre el cuello de sus animales, besándolos, mordiéndolos, echándose al suelo sin parar la carrera, y volviéndose a montar. Gritan como si se les abriese el pecho. El aire se ve oscuro de la pólvora.

Todo el mundo trae alguna fruslería que vender, á los pasajeros conservas, frutas, cigarros, etc., y los chicos que vienen por curiosidad, ya que no entran en la vendimia, gritan alegremente como papagayos salvajes. ¡Qué de figuras y pormenores extravagantes en la turba semi-africana que nos invadía!

Pasa una magnífica nave por las ondas del océano, abre un sulco, inmediatamente se avanzan nuevas olas y borran la huella; por eso gritan eternamente al rededor de un buque, se impacientan al sentirle, pero inmediatamente que pasa se lanzan á borrar sus trazas. El océano es la imágen de la inmensidad, el espejo de Dios, la brillante prueba de su existencia.

No hay cansancio; parece increíble que esas mujeres lleven diez horas de un rudo trabajo. La bamboula las ha transfigurado. Gritan, gruñen, se estremecen y por momentos se cree que esas fieras van a tomarse a mordiscos. Es la bacanal más bestial que es posible idear, porque falta aquel elemento que purificaba hasta las más inmundas orgías de las fiestas griegas: la belleza.

Y cuando se han atracado de todo esto hasta no poder más, gritan con la boca llena: ¡schokolate, schokolate! ¡Dios mío! ¡Dios mío!... ¿Cómo vamos a alimentar a esta gente? Ya que la cosa es muy difícil dijo el cazador ; los grajos nunca tienen bastante queso. Pero, vamos a ver, ¿dónde están esos cosacos, bávaros y austriacos? Desde Grand-Fontaine no hemos encontrado ni uno solo.

Palabra del Dia

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