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Actualizado: 10 de julio de 2025
Pero no se dieron a luz en tanto que no pasó Granate. El café estaba situado en un piso principal (por aquel tiempo no se usaban los bajos para este destino) de la calle de Altavilla, casi enfrente de la casa de D. Juan Estrada-Rosa.
Entró, al fin, en razón, siguieron las negociaciones y después de disputar como mercaderes el tanto y el cuanto de la dote, se fijó al fin lo que había de ser, y Granate consintió en dar su mano de sapo a la niña más preciosa que Lancia guardaba por aquella época. Pero faltaba la más negra. Faltaba decírselo a ella.
Tenía puesta una bata de un gris muy claro, guarnecida con encajes y lazos del color que toma el granate cuando la luz le hiere. Las medias, de finísima seda, eran del mismo color, y ceñían sus pies unas chinelas grises, que aun siendo muy pequeñas, eran grandes para ella.
Sin embargo, mi llegada a Krakow fue magistral. Una yunta de caballos de pelo gris, nacidos en mis tierras, el landó nuevo, acolchonado con raso granate... La entrada de un príncipe no habría sido más triunfal; a pesar de todo, me habría batido en retirada... tan cobardemente me latía el corazón.
Hallábanse abiertas todas las puertas de la antecámara, excepto la de la Saleta, y apiñábanse detrás de las cortinas las familias y amigos de los Grandes, deseosos de contemplar el señoril espectáculo. Ante la puerta de la cámara veíase una mesa cubierta por rico paño de terciopelo granate, y un gran sitial destinado al rey.
Se desechó el uniforme y se convino en que vistiese frac negro y llevase colgada la medalla de concejal. Fijose por último el día: resultó un lunes. Desde mucho antes el traidor había deslizado en la conversación, hablando con D. Juan Estrada-Rosa, la especie de que Granate se jactaba de ser deseado y requerido por él para yerno.
Fernanda no había despegado los labios durante la comida. Todos los esfuerzos de Granate, a quien la amabilidad de Emilita había colocado cerca de su apetecido dueño, resultaron infructuosos.
Mateo con sus enormes bigotes blancos y arrogante figura militar, aunque ya sabemos que era el hombre más civil que hubiese producido Lancia desde hacía algunos siglos. Granate dejó escapar algunos gruñidos destinados a probar el profundo desprecio que aquellos dos personajes le inspiraban, el uno por su poca formalidad, y el otro por no tener ni un mal cupón del tres por ciento.
Cansados de platicar, los pollastres propusieron jugar un ratito a las prendas. Es un juego donde los hombres de criterio siempre pescan algo. Fernanda consintió en que Granate se sentase a su lado. Los guiños de Paco, que había sorprendido, le habían hecho mal efecto. Era una criatura muy orgullosa, pero en la cual se hallaba arraigado el sentimiento de justicia.
Formaban la comitiva, entre otros, el novio, el propio capitán Núñez, con aquellos de sus compañeros menos propicios al sexo femenino, Granate, D. Enrique Valero, Saleta, Manín y otros pocos. Al conde no se le pudo arrastrar porque no se le halló. Se dijo que estaba dando órdenes a los criados y vigilando algunas obras allá lejos, pero no se le halló tampoco en ellas.
Palabra del Dia
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