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Actualizado: 10 de julio de 2025
Ana corrió con mucho cuidado las colgaduras granate, como si alguien pudiera verla desde el tocador. Dejó caer con negligencia su bata azul con encajes crema, y apareció blanca toda, como se la figuraba don Saturno poco antes de dormirse, pero mucho más hermosa que Bermúdez podía representársela.
En este aprieto pidió auxilio a Manuel Antonio. Se le había metido en la cabeza una broma chistosa, y antes de renunciar a ella consentiría en cualquier alianza. Desengáñate, Santos decía el marica, de acuerdo con Paco, paseando cierta tarde por el Bombé con Granate, tú, como te has pasado más de la mitad de la vida detrás de un mostrador, no entiendes nada de estos lances.
Al mismo tiempo que por una puerta de escape entraba Petra, su doncella, asustada, casi desnuda, se abrió la colgadura granate y apareció el cuadro disolvente, el hombre de la bata escocesa y el gorro verde, con una palmatoria en la mano.
Por fin se fue acostumbrando a que Granate la festejase y hasta encontró cierta satisfacción de amor propio en recibir sus agasajos y en darle toda clase de desprecios. Pero él no cejaba. Con la tenacidad del abejorro que se empeña en salir por un cristal y se estrella cien veces contra el obstáculo, las calabazas, los desdenes y hasta las burlas no le hacían retroceder más que momentáneamente.
Fernanda tardó en darse cuenta de que aquella algazara iba contra ella. Cuando, por algunos gritos que llegaron a sus oídos, vino en conocimiento de ello, empalideció, sus ojos se dilataron y, dando un grito, precipitose a la ventanilla para arrojarse fuera. Granate la detuvo sujetándola por la cintura.
¿Y por qué me ha de importar a mí que sea Luis el padre? María Josefa quedó un poco desconcertada. Como ha sido tu novio... ¡Pero como ya no lo es! replicó encogiéndose de hombros desdeñosamente. Y se puso a hablar con Granate, que tenía del otro lado. Aquella indiferencia era pura comedia que su orgullo lograba representar.
Granate quiso advertirlo, miró a Paco con recelo y volvió a mostrarse desconfiado y reacio algunos días. Llegó un momento, sin embargo, en que el indiano creyó en sus palabras. Fue después de haberle oído en el Casino desde una habitación contigua atacar duramente al conde de Onís. Aquel día se decidió a darle crédito y convino con él la manera de llevar a cabo la petición que le aconsejaba.
Ahora bien, Granate no acababa de persuadirse a que Paco Gómez procediese de buena fe. Su carácter jocoso, los terribles bromazos que se le atribuían perjudicábanle en el ánimo del indiano.
Carmelita y Nuncita quedaban aterradas cuando esto sucedía, se iban a la cama, presa de la mayor consternación. Después del rompimiento definitivo, y cuando al cabo se convencieron de que la ventura de realizar tan sublime matrimonio no estaba reservada para ellas, humillaron un poco su ambición y prestaron auxilio a Granate, que hacía mucho tiempo lo demandaba con instancia.
El examen de conciencia de sus pecados de la temporada lo tenía hecho desde la víspera. El examen para aquella confesión general podía hacerlo acostada. Entró en la alcoba. Era grande, de altos artesones, estucada. La separaba del tocador un intercolumnio con elegantes colgaduras de satín granate. La Regenta dormía en una vulgarísima cama de matrimonio dorada, con pabellón blanco.
Palabra del Dia
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