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Actualizado: 24 de junio de 2025
No bastan las tiendas, y en esquinas y rincones se alzan montañas de mazapán, canteras de turrón, donde el hacha del alicantino corta y recorta sin agotarlas nunca. Las pescaderías inundan de cuanto Dios crió en mares del Norte y del Sur. Sobre un fondo de esteras coloca Valencia sus naranjas, cidras y granadas rojas, llenas de apretados rubíes.
Con el producto de estas y del fácil cultivo de tan agradecida tierra, sosteníanse muy granadas las rentas de las villas, de los señores y de las iglesias.
Íbamos remolcados por El Dragón y protegidos por él, cuando el capitán cortó la amarra y comenzamos a alejarnos del barco a fuerza de remos. El Dragón siguió navegando, hundiéndose lentamente; algunas de las granadas de los ingleses cayeron en el agua a poca distancia de nosotros. Los del crucero temían, sin duda, alguna estratagema, porque iban acercándose despacio al barco abandonado.
Receloso de que el odio altivo de aquella familia destronada le burlase sus anhelos y su amor, había querido interesar en todo al Emperador, quien, por su parte, miraba con placer aquellos enlaces que pudieran apartar de toda revuelta a los renuevos de los Granadas.
Y ahí vimos a ese arrogante don Carlos, con sus terribles batallones, echando granadas y granadas, para tener luego que escaparse corriendo hacia Vera. Si la guerra se pierde, nos arruinamos murmuró Ospitalech. Capistun estaba tranquilo, pensaba retirarse a vivir a su país; Bautista, con las ganancias del contrabando, había extendido sus tierras. De los tres, Zalacaín no estaba contento.
Este nombre de almalekes se conserva en los escritos de mística árabe-hispanos ó aljamiados para designar á los ángeles encargados por Dios de recibir á su entrada en el cielo á las almas de los justos. En el Paraiso corren rios de leche, de miel, y de un vino que se puede beber sin embriagarse; en él crecen árboles cuyos ramages brindan á placer con dátiles, uvas y granadas de sabor esquisito.
El barco de guerra se dió cuenta de la estratagema y comenzó a dispararnos cañonazos; pero sólo nos hicieron sus granadas algún agujero en las velas. Tristán, el de la cicatriz, propuso que contestáramos con el fuego de uno de nuestros cañones; pero el capitán le ordenó enmudecer. A la mañana siguiente sacamos velas del pañol y substituímos las que llevábamos rotas.
Con una solicitud y una amabilidad que conmovía profundamente a la madre y a la hija, el joven se proporcionaba el placer de satisfacer los caprichos de la enferma, y sabe Dios si los tenía. Un día era un cesto de dátiles impacientemente deseados y que la anciana devoraba con avidez; otras veces granadas, plátanos o nueces de coco que engañaban apenas la repugnancia de su estómago gastado.
El negro manifiesta su desprecio, escupiendo y se marcha; no ha visto nada... Tampoco ha visto nada ese muchacho maltés, cuyos ojos de carbón brillan maliciosos bajo su birreta. Tampoco ha visto nada aquella mahonesa de tez de ladrillo que se aleja riéndose con la cesta de granadas encima de la cabeza...
En la parte más pulcra suele haber azúcar, café, salvia, tila, manzanilla, y hasta té a veces, que antes sólo en la botica se hallaba. Del techo cuelgan egregios y gigantescos jamones; y, alternando con esta bucólica manifestación del reino animal, dulces andregüelas invernizas, uvas, granadas y otras frutas.
Palabra del Dia
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