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Actualizado: 26 de junio de 2025
A no estar Lucía vuelta de espaldas a la luz, Artegui pudiera haber visto el júbilo que se difundía por su rostro, y sus ojos que un segundo se alzaron al cielo dando gracias. Los brazos de Artegui, abiertos esperaban, Lucía se inclinó, y más rápida que las golondrinas, cuando al cruzar los mares rozan el agua, apoyó un instante la cabeza en los hombros de Artegui.
Las golondrinas surcaban el aire, y por las noches, cuando los vencejos cesaban de perseguirse lanzando agudos chillidos, salían los murciélagos, y aquel raro enjambre que parecía resucitado en las cálidas noches, comenzaba su incierto revoloteo en derredor de las viviendas. Desde que comenzaba la recolección del heno la vida del campo era de constante fiesta.
Las rocas, las encinas, el poyo que hay en la puerta del molino. Todo permanece en pie, todo ocupa su puesto. Pero, ¡ay de mí... han desaparecido algunos de los que os contemplaban en algún tiempo!... Como las aristas se dispersan por el aire. Así se han dispersado los seres de mi hogar querido. Hasta las golondrinas dejan de fabricar el nido cabe las cornisas del tejado.
Cuando había empezado esta conversación tratando de las golondrinas, Paca había dicho a Anís, que sentado en el suelo entre sus hermanas con las piernas cruzadas parecía el Gran Turco en miniatura. Anís, ¿sabes tú lo que dicen las golondrinas? Yo no; no me jan jablao.
En la última línea del horizonte, bajo la inmensidad azul, se destacaban las cumbres violáceas de la sierra, oíase a lo lejos acompasado y lento el campanilleo de una recua, y una bandada de golondrinas, piando alegremente, volaba en torno de los murallones de un castillo ruinoso que parecía perdido y olvidado en la extensa soledad del llano.
Para que la mayoría de los hombres no se sientan inclinados a expulsar a las golondrinas de la casa, siguiendo el consejo de Pitágoras, es necesario argumentarles, no con la gracia monástica del ave ni su leyenda de virtud, sino con que la permanencia de sus nidos no es en manera alguna inconciliable con la seguridad de los tejados.
Al amanecer, por las callejuelas estrechas, sólo se ve alguna mujer, corriendo de puerta en puerta, golpeándolas violentamente, para avisar a los pescadores. Las golondrinas pasan rasando el suelo, persiguiéndose y chillando.... Los días de lluvia Lúzaro me gusta más. Esa tristeza monótona del tiempo gris no me molesta. Es para mí como un recuerdo amable de los días infantiles.
Pues pasa que la mula de Su Santidad... ¡Dios mío! ¿Qué será de mí?... Pues pasa que la mula de Su Santidad... ¡se ha encaramado al campanario!... Pero, ¿ella sola? Sí, señor, excelso Padre Santo, ella sola... ¡Mire, mire, allá arriba!... ¿Ve Su Beatitud la punta de las orejas asomando?... Parecen dos golondrinas...
Es aficionadísimo a las agallas de pez-perro en salsa encarnada, a los nidos de golondrinas marinas, que tienen una substancia gelatinosa, pero insípida , a las lombrices saladas, a los renacuajos, a las ratas saladas, a los perros y, sobre todo, al trépang.
A cada paso tenía algo nuevo que preguntar a sus hermanos: que por qué las abejas metían la cabecita en las flores, que por qué las golondrinas volaban tan cerca del agua, que por qué no volaban derecho las mariposas. Pedro se echaba a reír, y Pablo se encogía de hombros y lo mandaba callar.
Palabra del Dia
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