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Actualizado: 9 de junio de 2025
Para Gil, que no comprendía la existencia sin estar enredando con algo, la mayor desgracia que podía pesar sobre un ser humano era el tener las manos vacías. La madre le apretó contra el pecho, descargó sobre sus rosadas mejillas una granizada de besos y continuó la carrera.
Fundada, segun el mismo autor y segun Gomez Bravo, por el dean D. Pedro de Ayllon, en 1294. Tampoco existe ya. Del último tercio del siglo XIII, pero de año incierto. De esta capilla de S. Gil, que tampoco existe hoy, tenemos noticia por el citado m. s. de Sanchez Feria. Parece ser que la fundó en 1300 el arcediano de Castro D. Gonzalo Perez, quien la renunció en el cabildo por los años de 1376.
El canónigo despidiose de Ramiro, y, al ir a penetrar en la iglesia, un lacayo le detuvo para decirle que el señor de San Vicente le mandaba llamar. La casa estaba a pocos pasos, en el barrio de San Gil.
Señor don Gil objetó María de la Paz haciendo esfuerzos para aparecer serena: no creía yo que fuese usted tan libertino. Vamos, nosotras teníamos de usted otra idea; creíamos que.... Yo soy, señora, un hombre como los demás. Admiro las obras bellas de la Naturaleza, y una mujer hermosa es....
En este momento me ocupo de asuntos de mi ministerio replicó en tono severo el P. Gil. Pero este tono, en vez de sosegar a la joven o amedrentarla, la encrespó al parecer.
No tengo lástima de tu miseria, y vengo á conocerte, nada más que á conocerte. Señor, yo... Lázaro no encontraba, la fórmula de una explicación. Coletilla sabía por el abate don Gil lo que había sucedido á su sobrino. Sé por qué te han puesto aquí. Un amigo que siguió tus pasos esta mañana me lo ha contado todo. Has levantado la voz en medio de una turba de charlatanes, y te han cogido preso.
A usted no puede menos de alegrarle que la noble casa de Montesinos no se extinga, que haya quien lleve honrosamente este apellido... Luego ha de parecer bien aquella casa tan grande con unos cuantos chicos que la alegren con sus risas y sus gritos. La obra del padre Gil es de las más meritorias que ha llevado a cabo, y eso que las ha hecho muy buenas.
La Virgen de la Esperansa, la que se adora en San Gil, ¡Cristo de la Espirasión! aquella señora sabe lo que he llorao por ti.
Cuando usted se encuentre en el cielo decía sonriendo el P. Gil, muy arrellanadita en la silla que le corresponda, ¡qué poco se acordará de su pobre confesor, que estará padeciendo en el purgatorio! ¡No diga eso, padre! Si usted no va derecho al cielo, ¿quién ha de ir? ¡Oh, no! respondía con un suspiro el sacerdote.
El P. Gil leía con profunda emoción estas y otras análogas proposiciones en un libro que había sacado de la biblioteca de D. Álvaro. Después que hizo un auto de fe con los libros históricos de éste, referentes a los orígenes del cristianismo, estuvo mucho tiempo sin tomar siquiera en las manos ningún otro de su biblioteca.
Palabra del Dia
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