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Actualizado: 19 de junio de 2025


Mas Diógenes, fijando en él sus ojos abotagados por el ron y la ginebra, con el maléfico influjo de la serpiente que magnetiza al incauto pajarillo, le preguntó con muy malos modos después de un imperioso «¡oye, Frasquita!», si era cierto que andaba en compadrazgo con Jacobito.

Es cosa sabida; para hacer andar un caballo remolón, no hay como verterse entre pecho y espalda un jarrito de ginebra... Pues ahí donde usted la ve, D. Andrés, la Amalita no tiene nada de arisca. Ya, ya veo que sabe usted buscarle los pliegues. Celesto rió de satisfacción hasta saltársele las lágrimas. ¡Bah! Ya se los han buscado antes que yo otros muchos.

Muy licenciosa hubo de ser aquella edad en que todos los sueños caballerescos de la Edad Media, las disquisiciones de la corte de amor y las apasionadas ternuras de los héroes de la Tabla Redonda, de Lanzarote y Ginebra, de Tristán e Iseo, se mezclaban con el ansia de vida y de goces y con la adoración anhelante de la hermosura plástica que el resucitado gentilismo había despertado y movido.

Su renovacion es palpable y corre parejas con la de Ginebra en todos sentidos. La ciudad de Zuric con sus pueblos anexos tiene una historia complicada y bien interesante, llena de episodios bélicos y trasformaciones políticas. Es sobre todo desde la época de la Reforma que Zuric viene haciendo un papel de primer órden en la Confederacion.

Todos los que pasaron el otoño de 1894 en las orillas del lago de Ginebra, recuerdan sin duda todavía el trágico suceso de Ouchy, que produjo tanta impresión y proporcionó tan abundante alimento a la curiosidad, no sólo de las colonias de gente en vacaciones esparcidas en todas las estaciones del lago, sino también del gran público cosmopolita, al que los diarios lo refirieron.

Los premios dados por el Gallego no eran gran cosa: un billete de veinte pesos, pañuelos de vistosos colores, un tarro de ginebra; pero los gauchos, orgullosos de sus espuelas, de su cinturón y de su cuchillo con mango de plata, venían á triunfar por el honor y la gloria, regresando á sus ranchos satisfechos de haber demostrado su guapeza ante los gringos trabajadores, incapaces de montar un caballo bravo.

Su paso por allí es ya imposible; yo habia tomado billete desde Turin á Ginebra: llegado á Suse subí á la diligencia, tirada por catorce vigorosas mulas, y despues de subir constantemente nueve horas, llegamos á la cima del altísimo monte, coronado de nieve resplandeciente.

¡Hurra por el capitán Kernok, hurra por su mujer, hurra por El Gavilán! Un cohete partió del San Pablo, que estaba al pairo a dos tiros de fusil del brick. Después de describir una curva, cayó en una lluvia de fuego. Capitán, ¿ha visto usted ese cohete? dijo el segundo. Ya lo que es, valiente mío. Vamos, vamos, muchachos, haced circular el ron y la ginebra. Un vaso para y otro para mi mujer.

No sin razón decia Voltaire, haciendo resaltar la pequeñez física de Ginebra en contraste con su alto valor social, que «cuando él sacudia su peluca en aquella ciudad, cubria de polvo á todo el cantonJamas un puñado de tierra encerrado en tan estrechos horizontes fué mas encantador por su aspecto, ni mas ampliamente fecundo para la civilizacion, por sus genios eminentes y sus esfuerzos seculares en servicio de la libertad.

Vestía chaqueta corta, sombrero cordobés de alas rectas, pantalón ceñido, faja de seda encarnada y camisa bordada con botones de diamantes: todo rico y esmerado, y mostrando no sólo un hombre bien acomodado, sino cuidadoso de su persona y quizá un poquito pagado de ella. ¿Y Joselillo? preguntó. Pues se fué hace ya bastante rato por unos frascos de ginebra y aún no ha venido. ¡Valiente niño!

Palabra del Dia

plune

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