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Actualizado: 12 de noviembre de 2025


¡Ah!... Melchor es un hombre excepcional dijo Lorenzo. ¿Por aquí ha de tener mucho prestigio, no? preguntó Ricardo. ¿Don Melchor?... ¡Con una palabra, junta a todo el mundo!... ¡Si don Melchor es como la cocinera, que en cuando afila el cuchillo se le amontonan las gatos. Ahora un poco de música, Ricardo dijo Melchor levantándose de la mesa. Hay que pedir el asentimiento de Lorenzo...

Desde aquí nos hemos ido á la cama. Ya sabes que la peña de Sobeyana no está en el camino de Villoria. Aunque lo niegues es igual. Hasta los gatos saben en el pueblo lo que habéis hecho: yo mejor que ninguno porque estaba en los maizales de la vega esperando á ver si quedaban algunos pocos rezagados para abollarles los cascos. ¡Á no me han metido en casa, puño!

, hombre; yo mismo he visto la cabeza en la cocina. ¡Era un perro de aguas más hermoso! Dicho esto salió del comedor, y al volver tenían una cazuela con liebre. Fué al otro extremo de la mesa y dijo a los del bando contrario: ¡Vaya unos gatos más buenos que compra este fondista a los carabineros! ¡Ah!, ¿pero es gato eso? , no se lo digáis a esos, pero yo he visto las colas en la cocina.

Y aseguran que, cuando murió, fué porque todos sus gatos se le echaron encima, clavándole las uñas en el cuello, y desgarrándole la garganta en girones, hasta dejarlo, después de horribles sufrimientos, exánime en un charco de su propia sangre.

¿Y quién te ha dicho que las gallinas de tu casa no sufren horriblemente cuando se hace guiso de pollos? ¿O que los gatos de nuestros tejados no se sumergen en un mar de tristeza cada vez que nuestros fonderos ofrecen a sus clientes el «civet de liebre»?... ¿Sabes lo que sucede?... No adonde vas. A esto: los animales sufren lo mismo que nosotros, pero no les importa. Eso dices .

Pero la hora de la poesía fascinadora no es la hora en que se ve con mayor claridad. Según el adagio vulgar, de noche todos los gatos son pardos. Entre dos luces todos los gatos son azules, que es el color de la ilusión. Acriollando el adagio, bueno será añadir que conviene huir de los «gatos» a toda hora, de noche, de día y entre dos luces.

Indudablemente, detrás de los mallorquines nobles y plebeyos venían en orden de consideración los cerdos, los perros, los asnos, los gatos, las ratas... y a la cola de todas estas bestias del Señor, el odiado vecino de «la calle», el chueta, paria de la isla. Nada importaba que fuese rico, como el hermano del capitán Valls, o inteligente, como otros.

Ellos riñen en el interior como perros y gatos, pero le dejan a uno en pazLa muchacha de la risa aguda rió de nuevo y el campesino comenzó a contar otra anécdota, diciendo: No estuvo mal tampoco la manera como Fernando deshizo la boda entre un zapatero rico de Tolosa y una novia suya. A ver, a ver cómo fué dijeron todos.

Cuando un pueblo tiene ser propio y grande, cuando su historia es gloriosa, cuando ha influido profundamente en los destinos del género humano, así por el pensamiento como por la acción, este pueblo no muere, vive, tiene siete vidas como los gatos: nadie le arranca la vida ni á tres ni á trescientos tirones.

Desde el tejado que daba a la calle del Duque de Alba, vio la multitud que parecía abandonar el edificio; pero él ni por todos los tesoros del orbe, fuera capaz de descender al Colegio.... Dos o tres gatos le salieron al encuentro, y con tan buena compañía avanzó un buen trecho.

Palabra del Dia

vengado

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