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Actualizado: 21 de junio de 2025
La belleza frágil y mimosa de la hembra conquista y rinde la voluntad arisca del gallo, quien, en un soberbio «Himno al Sol», la descubre su amor.
Bien barruntaba yo que este don Juan tenía cara de beato y uñas de gato... ¡Nada! Al capón que se hace gallo, descañonarlo; que como dice la copla: Arbol tierno aunque se tuerza recto se puede poner; pero en adquiriendo fuerza no basta humano poder.
Y se aleja con el conde hacia el Palacio, donde pasará el resto de su vida como en una cárcel. Lubimoff se fija en dos soldados italianos que le contemplan desde la acera del «queso». Son dos bersaglieri vestidos de gris, con sombreritos redondos cargados de plumas de gallo.
Quisiera yo que estuviesen allí los que creen que la federal trae desgracias y belenes. El viejo no habló sino de que ya no había tiranía... de que todo se iba a arreglar con moralidad y atención... de que nos quisiésemos mucho los republicanos, porque ya todo ha de ser concordia entre los hombres. Tú tienes un memorión.... A mí se me iría el santo al cielo. Mi memoria es de gallo.
58 Y un poco después, viéndole otro, dijo: Y tú de ellos eras. Y Pedro dijo: Hombre, no soy. 59 Y como una hora pasada otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo. Y luego, estando él aún hablando, el gallo cantó.
Con la puntualidad de un cronómetro se despertaba a media noche, a las tres y a las seis, agitaba los brazos, a modo de alas, y gritaba imitando al gallo y despertando a los otros enfermos. Ahora no se despertó nadie. El enfermo que se imaginaba ser un gallo se durmió de nuevo. Todo quedó otra vez tranquilo.
Un gallo cacareaba entre las gallinas, recostadas junto a la pared. Un gato cruzó como el relámpago y desapareció por la entrada del sótano. Hullin creía despertar de un sueño. Después de algunos minutos de aquella silenciosa contemplación, dirigiose lentamente hacia el lavadero, cuyas tres ventanas brillaban en medio de las tinieblas.
Después le vio pasar a la acera de enfrente y seguir hasta el rincón de la escalerilla, como si fuese al café de Gallo. viii Como antes se ha dicho, a los pocos días de la desaparición de su mujer, Maxi empezó a echarla de menos, mostrándose receloso, y apeteciendo su compañía con cierta mimosidad impertinente que ponía furiosa a doña Lupe.
Dejando a las mamás que hablasen entre ellas, tomamos rápidamente la delantera en cuanto estuvimos fuera de la población. Y bien, Magdalena exclamó de repente Francisca, ¿sigues defendiendo a las aiglemontesas? Como las ataques mucho, puede ser. ¡Ah! veo que cedes, caballeresca Magdalena exclamó Francisca triunfante. El otro día te alzabas en los espolones como un gallo inglés.
Pero en medio de este caos, en que más y más se embrollaban sus ideas, oyó no ya rumores sordos y fantásticos, cual tambores lejanos, como le habían parecido los latidos precipitados de sus arterias, sino un ruido claro y distinto, y que con ningún otro podía confundirse: el canto de un gallo.
Palabra del Dia
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