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Actualizado: 17 de junio de 2025


No bien asomamos las narices á la puerta, calla el discordante y atronador coro que forman los granujas lectores, quítase el maestro las gafas, pónese de pie, hacen lo propio sus discípulos, y todos á la vez, hincando una rodilla en tierra, exclaman á grandes voces: ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!

El clérigo se puso unas enormes gafas de plata, y con voz gangosa y lastimera exclamó: «¡Oh corazón! La muchedumbre repitió con solemne rumor: ¡Oh corazooón! amantísimo amantísimooo santísimo santísimooo y melifluo y melifluooo de mi divino Jesús de mi divino Jesús. Corazón corazooón lleno de llamas lleno de llamas de purísimo amor de purísimo amooor

¿Cómo es eso? preguntó don Mateo incorporándose en el lecho en que aun yacía, y echando mano a las gafas que tenía sobre la mesa de noche.. ¿Suprimir? ¿Por qué la han de suprimir? No lo . Así me lo ha enviado a decir por Próspero. ¿Pero a él qué le importa que la música vaya a San Antonio? profirió con acento irritado.

Ambos cayeron a la vez en un espasmo violentísimo de risa. ¡Pero eso es un absurdo! profirió al cabo con trabajo D. Pantaleón. ¡Ahí verá usted! repuso Moreno quitándose las gafas para limpiar los cristales, que se habían empañado con el vapor de las lágrimas producidas por la risa. ¿Y usted se ha resignado con tal fallo?

El Padre de los Maestros, colocándose ante los ojos unas gafas redondas, empezó su lectura junto á una ventana. Cuando Flimnap acabó su informe sobre los trabajos para la instalación del gigante, el personaje universitario se aproximó conservando los papeles en su diestra. Algo flojitos dijo con una severidad desdeñosa . Son indiscutiblemente versos de hombre, y de hombre enorme.

Gracias por vuestros consejos respondía el obstinado; pero no necesito tantos requisitos para cortarle las narices a un notario. El objetivo de su venganza no tardó en aparecer entre dos cristales de gafas, a la puerta de un carruaje. Pero M. L'Ambert no descendió, limitándose a saludar.

Su óptico, M. Luna, apresurose a pedirle mil perdones, enviándole unas gafas nuevas, que se rompieron también por igual sitio antes de transcurrir veinticuatro horas. Otras terceras sufrieron la misma suerte; trajeron por cuarta vez otras nuevas, y les ocurrió en seguida otro tanto. El óptico no sabía ya cómo excusarse.

Cerca de la estación, un hombre se aproximó á la pareja: un señor respetable, canoso, con chaqué viejo y gafas. Les dió la tarjeta de un hotel que poseía en las inmediaciones, ensalzando las cualidades de sus cuartos: «Todo el confort moderno... Agua calienteFerragut la tuteó por primera vez. ¿Quieres?... ¿quieres?... Ella pareció despertar, abandonando bruscamente su brazo.

Don Jerónimo se sentó, dejando el auditorio sumamente agitado, bajo el peso de esta profecía aterradora. Avanzó acto continuo hasta las candilejas, don Rufo, el médico de la villa, hombre flaco, con barba de cazo, y gafas de oro. A las pocas palabras declaró explícitamente que, en su opinión, el pensamiento no es más que una función fisiológica del cerebro y el alma un atributo de la materia.

Un caballero de tanta religión como usted no podía emparentar con un hombre tan escandaloso. ¡Toda, la culpa la tiene ese bribón de las gafas! añadió arrojando miradas fulgurantes hacia el sitio donde estaba Moreno. ¡Si don Pantaleón antes era un bendito! Recuerdo que una vez que estuve en su casa se levantó una tempestad de truenos y relámpagos.

Palabra del Dia

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