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Actualizado: 15 de julio de 2025


Es el incidente primordial de la historia humana, y el caso eterno, el caso de los casos en orden de fragilidad. Mientras no se probó la fruta, prohibida por aquel Dios doméstico, todo marchaba muy bien. Pero la manzana fue mordida, sin que el Demonio tomara aquí forma de serpiente ni de otro animal ruin, y adiós mi modestia.

Iba por caminos extraviados, dando grandes rodeos, ocultándose como cuando de niño marchaba con los camaradas a comer fruta en los huertos. El encuentro con una labradora; con un chicuelo o con un mendigo, le hacía temblar, a él, cuyo nombre repetía todo el distrito, y que de un momento a otro iba a conseguir la investidura popular, el eterno ensueño de su padre.

¿Ateca? ¡Buena tierra! ¡Buenos torreznos! ¡Buena fruta!... ¿Y no estudias, hombre, no estudias? , señor: estudio para abogado. ¡Bueno está eso! dijo el clérigo con risa brutal. ¡Abogado! ¿De qué sirve eso? ¿Por qué no estudias Teología y Cánones? Algo de eso estudié en Zaragoza. ¡Zaragoza! ¡Buena tierra!

Velázquez estaba de alegrísimo humor, quizá porque su querida no lo tenía tan melancólico como otras veces y se había avenido á bailar unas seguidillas con Frasquito, cosa que hacía mucho tiempo no se había podido recabar de ella. En la corriente de la conversación se habló de fruta, y el majo manifestó que había recibido aquel mismo día de Medina unos albérchigos magníficos.

Hasta se olvida que hacen falta naranjos para producir las naranjas; pues, mientras que la fruta nos la envían directamente del Mediodía metida en cajones, el árbol de la estufa donde pasa el invierno, cortado, transformado, disfrazado, sólo una vez aparece, y durante breve tiempo, al aire libre en los paseos públicos.

De súbito acudió a la mente de Urashima la idea de que el Palacio del Dragón, allende los mares, con sus muros de coral y su fruta de rubíes, y sus dragones con colas de oro, había de ser parte del país de las hadas, donde un día es más largo que un año en este mundo, y que sus tres años, en compañía de la Princesa, habían sido cuatrocientos.

Efectivamente, al prohibir los duelos en distintas épocas, no se ha hecho más que lo que haría un jardinero que tirase la fruta queriendo acabarla; el árbol en pie todos los años volvería a darle nueva tarea.

También estaba muy hecha a aquellas costumbres tan metódicas: a misa por la mañana, el almuerzo a las diez, la comida a las seis, y entre uno y otra, lo más delicioso del día, que era la merienda de pan y fruta, que se me permitía comer en el jardín, corriendo, saltando y hasta trepando a los árboles, lo que no era muy bonito para una joven.

Mientras tanto, las cestas de Nelet y Visanteta se llenaban hasta los bordes, y en el rostro de los dos criados iba marcándose el gesto de mal humor. ¡Vaya una compra! El bolso de doña Manuela parecía un cántaro sin fondo que iba regando de pesetas todo el Mercado. Abandonaron las carnicerías para entrar en el mercado de la fruta, entre los dos pórticos.

Por una esquina salía un grupo de niños disparando con la cerbatana semillas de fruta, o tocando a compás en sus pitos de barro, de camino para la escuela, donde aprendían oficios de mano, baile y canto, con sus lecciones de lanza y flecha, y sus horas para la siembra y el cultivo: porque todo hombre ha de aprender a trabajar en el campo, a hacer las cosas con sus propias manos, y a defenderse.

Palabra del Dia

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